Thursday, December 14, 2017

manchas de sangre

Ayer Malalo llegó a casa con unas enormes manchas de sangre en la camisa, a la altura y abajo del corazón. Se había puesto encima el guardapolvos del laboratorio, que también se había manchado. Vino derecho desde una reunión de profesores, donde nadie, nadie le dijo ni una palabra Ni siquiera un comentario.

Dado que lo conozco, el susto me duró 30 segundos. Como es de imaginarse, se puso la lapicera de corregir, abierta y con la punta para abajo. Todavía estoy lidiando con las manchas en la camiseta. Lo demás, a la basura.

Tuesday, December 12, 2017

feminismo en los EEUU

2017 Diciembre: política interna en los EEUU (Roy Moore)

Cuando uno vive en un país y hay temas de los cuales se habla día y noche, cree que el resto del mundo también lo sabe y es de lo que todos hablan en la cena. Claro, no es así. Fuera de Uruguay nadie sabe ni qué es el Frente Ampiio, fuera de España poco de Cataluña independiente, fuera de Siria poco de violaciones sexuales a hombres como cosa normal, y así vamos. Darfur, Yemen, Sudán, los Rohingia, y todo lo demás. Fuera de la zona, se lee como si fuera una película y no la realidad. Quiero ver si puedo explicar en pocas palabras algo que se está viviendo en los EEUU como si no fuera cosa de todos los días.

Ahora, en EEUU hay un presidente insólito. Donald Trump. (Recordemos que en este momento los Republicanos son los malos y los Demócratas los buenos, cosa ya complicada de por sí). Todo lo malo que puedo decir de él, va a ser poco. Es imposible describirlo. Está en contra de todo lo que cualquier ser humano puede creer que alguien en ese cargo, sea y haga. Ordinario, con la boca llena de insultos, narcisista al máximo, despreciando hacia todos los que no le dediquen elogios a sí mismo. Y prepotente tanto como burro. De diplomacia, no sabe ni el nombre.

Desde hacerse el religioso para ganar votos, decir que los inmigrantes mexicanos son violadores, que un juez de apellido hispano ‘no puede ser imparcial’, que los padres musulmanes de un soldado muerto son miedosos ya que la madre no habló en público porque la religión se lo impide, que John McCain (republicano de nacimiento, que cayó preso en Vietnam, fue torturado y pasó años en la cárcel) “es un héroe porque cayó preso. Yo prefiero a los que no caen presos”, que el calentamiento global es invento de China, que está eliminando bosques importantes para que se pueda buscar más petróleo, que las mujeres son irresistibles ya que “siempre tengo que andar con pastillitas de menta en el bolsillo porque si aparece una linda, tengo que besarla, y como soy célebre, se dejan agarrar por la cachucha” (traducción libre de esta última palabra, mía, por supuesto. Definan ‘pussy’).

Puso ministros en los gabinetes, exactamente en contra de lo que ese gabinete representa (dueña de escuelas privadas como ministra de Educación, hombre que quería cerrar el departamento de energía en Energía, médico que había sido candidato a presidente en el Ministerio de Salud, a lo que el candidato se negó “porque no estoy preparado”, Bueno, y qué tal Vivienda y Obra Pública? “Ah, eso sí”. Y muchos etcéteras.

Como puso de abogado general de la nación a otra joyita, Sessions, que era senador de Alabama, hoy hay elecciones para sustituirlo en el Senado. Y el candidato republicano -Roy Moore-  es otro ser de un mundo repugnante.
Existe en el medio de los Bautistas Fundamentalistas del sur (cosa que habría que explicar). Tiene el apoyo de Bannon y de Breibart (agencia pro-Nazi y anti-aborto, o más bien anti-todo).

Trae como curriculum el haber metido una roca con los 10 Mandamientos en el edificio judicial de Montgomery, no cree en la separación de iglesia y estado, Islam es una religión falsa, hay que matar a los homosexuales (o curarlos), no acepta la existencia misma de los transexuales, apoya el portar armas por parte de cualquiera (y hasta sacó un revólver en medio de un discurso para demostrar lo hermoso que es), está en contra de mujeres en cargos políticos, y lo mejor: admite el acoso sexual y él mismo asaltó a niñas de 14 a 16 años “pero por lo general les pide permiso a las madres”. Apoya a quien quiere que se permita el matrimonio con menores. En la galería comercial de su ciudad le prohibieron la entrada dos veces, por no dejar en paz a las chiquilinas. Más de una docena de mujeres lo acusan de ataques, pero él insiste que es todo mentira, y que es un buen hombre.

Entiendo que lo del acoso a las mujeres es un tema difícil. Por supuesto está lo de ‘ella dijo pero él dijo’, que no siempre se sabe cómo pasó y que es muy difícil que la víctima se anime a declarar lo sucedido, por miedo, por vergüenza, o por no tener ni dónde denunciar porque no le creen.

Ahora parece estarse dando un cambio que se verá si funciona o no. Las mujeres atacadas por Roy Moore y por Trump, están saliendo a la calle (o sea a la televisión) a decir lo que les pasó. Como nadie les dio pelota, se juntaron y armaron un grupo que aparece al menos públicamente, para que se sepa lo que sufrieron. Y esto es un paso que nadie esperaba.

Ese tema me revolvió muchas veces, porque en Uruguay se da y la gente parece creerle solamente a las mujeres después de muertas. Nadie se da cuenta lo difícil que es ser joven, mujer y andar por la calle. Todo lo que se habla de los ‘piropos’ es poco. No digo que todos los hombres son cerdos, pero sí, ahora me temo que todos lo son, salvo los muy tímidos.

Mis recuerdos van en el camino de casa al liceo, cuando yo tenía 11 a 14 años. Siempre hice apuestas contra mí misma (soy vivísima, porque obviamente siempre gano). Recuerdo haber apostado que en las cuadras desde Río Branco y Maldonado, hasta Colonia y Convención, habría al menos un hombre, (uno solo, no pedía tanto!) que no pasara y me dijera una guarangada. No, no pude salvarme de eso jamás. Todos sentían la estúpida necesidad de comentar. Todos, en serio. Y nunca pude entender el por qué. Yo no medía ni metro y medio y pesaba 40 kilos. Mi mamá siempre me decía que era espantosa y jamás conseguiría marido por falta de tetas y ella se tendría que clavar conmigo hasta su muerte. Y a pesar de todo lo repugnante que me decían los hombres que pasaban, a quién le voy a creer? A ellos o a una madre? Sin dudas, madre.

Llegué a la conclusión que todos los pedófilos de Montevideo se juntaban en al calle Río Branco, justo a la hora en que yo iba al liceo. El acoso no terminaba ahí. Hasta mis amigos del liceo sentían que era totalmente legítimo decir lo que no quería escuchar. Por supuesto hay diferencia entre el flirteo, “qué linda sos” vs “si te agarro sola te …. con descripciones claras de lo que me harían. Guardias de ómnibus y tranvía que se paraban atrás mío y me refregaban el pito duro para que lo sintiera. Muchachos que me pellizcaban mis inexistentes tetas por la calle, solamente por vaya a saber qué placer les causaba esto. Era una molestia diaria, y lo peor, acostumbrada. Y ni que hablar que jamás se lo dije a nadie porque ‘la culpa seguramente era mía’ o ‘el mundo es así’.

Y ahora ese tema, acá, se empezó a discutir en voz alta. No creo que haya una explosión y que de un día para otro los hombres se den cuenta que el sadismo no es bueno. Que tenemos derecho a caminar sin insultos ni promesas guarangas, que las chicas jóvenes tienen sentimientos inmaduros y no hay necesidad de destruirlas. Que los malos recuerdos duran para siempre. Veremos si las mujeres se pueden juntar y pelear contra lo que se supone que era la normalidad.

Una pregunta es “¿por qué pasa esto justo ahora?”. Hoy leí un comentario que decía que el mismo mecanismo que hizo que Trump ganara, es lo que hace que las mujeres ahora se rebelen contra los ataques. Que Trump ganó porque los votantes estaban hartos del status quo y votaron a cualquiera que estuviera fuera de lo normal, aunque el resultado fuera terrible y  en contra de sus propias necesidades. Hombres blancos, evangelistas, rabiosos por la pobreza. (Problema: también lo votaron mujeres, negros y latinos. Quisiera entender esto). Pero que la rebelión de las mujeres acosadas, ahora, tiene las mismas raíces. Estamos hartas del mundo machista y de ser siempre objetos de segunda categoría.

Por supuesto tendría que largar alguna cláusula más interesante, pero hasta aquí llega la bronca y la sensación de tener las manos atadas. No quiero que a mi hija la ataque un director de cine, o un político cualquiera, y que tenga que aceptarlo si no, no va a poder seguir la carrera. No sabemos qué pasará y ni siquiera si algo va a pasar, pero al menos está públicamente dicho.

Saturday, July 8, 2017

Duchas con pierna rota

Duchas con una pierna rota.
Parece simple pero me exigió un gran entrenamiento y varias acciones para corregir el asunto. Nada, que con la pata rota, darse una ducha en una bañera obliga a una coordinación que suelo no tener.
1) Poner banquito en bañera seca, entrar con un pie pelado y el otro con la bota puesta, sacarme la bota ya dentro de la bañera, ponerla al costado, abrir el agua y maldecir por todo. Pensar en otras opciones.
2) Sentarme en el water/inodoro/taza/como-se-llame, pasar el traste lateralmente al borde de la bañera con el cuerpo plegado a la altura de la cintura, entrar la pierna sana, quedar a horcajadas con terror sin saber cómo seguir y al fin, con un pas de chat onda Lago de los Cisnes o hasta un vulgar plié pero sin mover los tobillos (eso es grave), levantar las piernas y el culo, cuerpo al aire, y en un único movimiento aterrizar en el banquillo de plástico que ya había metido en la bañera antes de siquiera intentar entrar. Pero recién ahí abrir el agua. Gran error.
3) Entrar y sentarse. Abrir la canilla, de espaldas, hasta que el agua salga por abajo aceptablemente caliente. Levantar el piripicho para que salga por la ducha y recibir en plena nuca el chorro helado del agua que queda entre la canilla de abajo y el duchero. Putear.
4) Reconocer el error, sacarme la bota afuera, quedarme parada en un pie, abrir la canilla, luego la ducha, conseguir que todo esté bien y cerrar todas las canillas. Recién ahí concretar el salto descrito previamente, para sentarme, abrir las llaves y lograr el agua calentita chorreando por todos lados. La vida es buena.
Salir no es más fácil. Digamos, es igual pero resbaloso.

Tuesday, June 20, 2017

Curandera

Curandera

Este es uno de los temas que me produjo una curiosidad malsana, de esas que te hacen buscar las causas, sin darme cuenta de que no hay que pensar tanto. Digamos, como en meditación, pensar y de inmediato borrarlo de la cabeza y concentrarse en la respiración.

Mi hermana (casi 15 años mayor que yo) tuvo un hijo cuando yo tenía 11 años y vivíamos todos en la misma casa. Grande sí, pero igual éramos muchos. En esa época, al menos en mi flia. los bebés tenían la obligación de irse a dormir todos los días, antes de caer el sol. Mi sobrinito era imposible. Comía bien, pero dormir, no, ni qué hablar. Todas las noches, a las 7, mi hermana entraba con él al dormitorio, lo alzaba y se empezaba a pasearse con él en brazos, canturreando por más de una hora. Ahí llegaba el relevo. Mi hermana salía cansada, con los ojos rojos de tanta oscuridad y entraba mi mamá, para repetir toda esta historia, noche tras noche.
“¡Qué horrible! El nene no se duerme antes de las 9!”

Yo, con mis 11 años y las pretensiones de sábelotodo propias de esa edad (en fin, me siguen hasta ahora), pregunté muy livianamente: “¿Y por qué no lo entran a acostar después de las 9 de la noche?” Recibí una mirada de odio profundo, ya que a los 11 años nadie debe tener razón ni lógica. Y seguían y seguían.

De repente, una noche en que mi sobrino estaba particularmente rompecocos, mi hermana y mi mamá lo emponchan y salen, no sé a donde. Y vuelven con el nene plácidamente dormido.

No entendí bien pero unos días después lo vuelven a hacer. Y ahí me animo a preguntar dónde carajo se van y la respuesta me dejó dura: “a la curandera”. Yo no podía creerlo: judíos, ateos, de izquierda… y creen en esas cosas.
Pregunté poco porque el horno no estaba como para bollos. Me miraban con cara de ‘si abrís la boca vuela una cachetada’.

El asunto empezó a suceder varias veces al mes. El nene, más una bolsa bajo el brazo con un pollo recién muerto (a veces era una bolsa de verduras, otra de carne - las curanderas no aceptan plata, pero comida está bien) y una caminata de 5 cuadras, para volver al ratito con el niño dormido como un ángel.

Ahí sí pregunté que cómo sabían cuándo llevarlo y la respuesta me aplastó más todavía: “Es cuando tiene el mal de ojo”. Me pareció imposible. Y encima me explicaron quién le echa ese mal de ojo al nene, pero con la condición de no decírselo a nadie. “Es la otra abuela”, dijeron. “Pero no por maldad, pero viene a ver al nene y lo ve tan divino, tan divino, que sin querer piensa cosas maravillosas y ahí ¡Zas! Lo ojea. Pero que ni se te ocurra decirle algo al padre del niño, porque si siente que acusan a su madre de algo así, nos mata”.

Parte de la religión/tradición judía es que nunca nos debemos alegrar ni quejarnos demasiado. Si nos alegramos, es fácil: Dios nos manda alguna desgracia. Si nos quejamos, nos va a mandar algo muchísimo peor, pa’que se enduquen. Como ven, ser judío no es fácil. Ni modo de ganarla.

La otra abuela era algo religiosa y cada vez que alguien decía algo bueno, ella hacía ‘pu, pu, pu’, escupiendo lateralmente para evitar esos desastres. Para todo hay métodos.

¡Pero mi familia no podía creer en esas cosas! Tanto ateísmo, totalmente al cuete. Mi papá estaba furioso con esas idas a la curandera pero se hacía el bobo. Pelear contra mi madre y mi hermana juntas, imposible. El viejo era un pragmático.

Mi teoría (si, llena de teorías a los 11 años) era que en el camino de vuelta, tanto mi madre como mi hermana se tranquilizaban y con la ayuda de esa buena señora del Conventillo Medio Mundo, que le hacía al nene la señal de la cruz y lo salpicaba con vaya a saber qué agua bendita, se calmaban tanto que al final el nene se dormía al no tener a dos mujeres contracturadas tratando de hacerlo dormir a prepo.

Mi problema era que esa señora era al menos, cristiana. O macumbera, pero más probablemente hasta se creía católica. Y ahí dejé de entender. ¿Qué hacían en el shtetl en Polonia? ¿Llevaban a los nenes a una goie polaca y cristiana? ¿Qué se sabe de esto?
Las relaciones entre judíos y polacos no era exactamente amigables, pero … Le hice esa pregunta a mi mamá y recibí una de esas miradas de congelador que me hacían cerrar la boca e irme a jugar con las muñecas. Nunca me contestó.

Alguna vez mi hermana me gritó: “Callate, ya vas a ver cuando tengas hijos, a ver si vas o no vas. Te puedo asegurar que vas a creer en el mal de ojo, el empacho, como tirar el cuerito y varias cosas más”. Como mis hijos nacieron lejos de Uruguay, nunca más escuché lo del mal de ojo mezclado con el poco dormir. Ni se me ocurrió que eso tenía siquiera una base de algún estilo explicable - salvo eso de tranquilizar a los padres.

Anduve intrigada muchos años pero busqué y no encontré nunca información acerca de esto. Creo que ni ahora Google la tiene. O al menos, no la busqué más.

Hace pocos años, apareció por Chicago a dar una charla un historiador israelí que se dedicaba a analizar esa relación en la Europa pre-guerra, entre judíos y los que los rodeaban (polacos, rusos, húngaros, rumanos, etc). Después de la charla, me animé a preguntarle si sabía algo de curanderismo y madres llevando bebés y me contestó que por lo que él estudió, había de todo. Que eso no debía sorprenderme, que era complicado y que si compraba su libro no encontraría la respuesta a esto pero sí otros temas que a él le parecían importantes.
Me sonó a charlatanería, lo mandé a la mierda y no compré el libro.


Huelga aclarar que nunca tuve necesidad de curanderas.

Monday, June 19, 2017

Mutualista, médicos y pacientes.

Mutualista, medicos y pacientes.

Por razones desconocidas, enfermarse daba como una especie de superioridad moral. Es que al fin uno se transformaba en alguien de quien había que preocuparse. Y todo el grupo al que mis padres y yo pertenecíamos iba a la Mutualista Israelita del Uruguay. Un lugar que empezó chico y se convirtió en una mutualista casi normal.

El edificio de esa Mutualista era ideal para las relaciones sociales de la colectividad. Quedaba en Goes, en ‘Joséleterra’ como llamábamos a esa calle. Se entraba por una escalera hasta llegar a lo que posiblemente fuera la taquilla de un antiguo teatro. Una media docena de empleadas, (entre ellas mi hermana) tenía como tarea mantener eso con un simulacro de organización. Esas empleadas, un grupo muy cerrado donde eran amigas y se divertían de lo lindo, lo único que tenían que tener como preparación era un notable conocimiento del idish, ya que lo debían usar con los pacientes que no siempre hablaban un español inteligible.

Siempre había muchísima gente porque era un sistema a dos pasos. Después de haber pedido lugar por teléfono, había que ir temprano. Las empleadas gritaban: ¡Para el doctor XX! Y un pelotón de gente corría para apilarse y recibir un número, supuestamente de acuerdo al orden que estaba en los cuadernos que dependía del momento en el que habían llamado por teléfono. Ese era el primer paso, pero no el último.
Ya en un estilo tipo lotería, las empleadas iban cantando los nombres de la lista, y recién ahí entregaban los números por orden de llegada para varios médicos, simultáneamente, y al fin, papelito en mano, había que ir a esperar al salón siguiente.

Medio piso para arriba encontrábamos una enorme habitación central, casi redonda, posiblemente la vieja platea, piso polvoriento de madera, donde se juntaban todos los enfermos, esperando la llamada para entrar a los compartimientos de los respectivos doctores. Esos compartimientos, llamados eufemísticamente ‘consultorios’ estaban al borde de esa sala, separados entre sí  por tabiques sin la menor aislación acústica, lo que generaba una sensación de pertenencia a una sociedad totalmente inesperada. Como no había necesidad de mantener males en secreto, esa configuración era ideal porque ahorraba el tiempo de dar explicaciones. Se escuchaba todo. A la vuelta había algunas habitaciones más, posiblemente los cambiadores para los viejos actores que pudieron haber pasado por allí alguna vez, ocupadas con máquinas de rayos X y algunos laboratorios intrigantes.

Los cuchitriles de consulta tenían puertas que abrían directamente a esa pieza central (nada de pasillos ni privacidad, por supuesto). Había todo tipo de médicos, pero que te pasaran a un especialista ya aumentaba tu nivel de importancia dentro de la comunidad, supongo que por lo que dije en el primer párrafo.

Los pacientes solían ser solidarios y mantenerse con un mismo médico al que adoraban. Los médicos, aunque quisieran sacarse a algún paciente de encima, no tenían mucha suerte. Difícil luchar contra la tenacidad. La única opción era pasarlos a un especialista, y no era tarea fácil.

Había médicos judíos y ‘uruguayos’ (no era elegante decir ‘goy/goyim’ y ‘uruguayo’ era el término genérico).
Como los nombres que no eran judíos no eran fáciles de recordar, la gente los había transformado en algo más mnemónico. O sea que entre Kalejshtein, Sisin, y Kogan, había otros que según documentos en realidad se llamaban Suárez Meléndez, Marizcurrena y Queirolo. ¿Pero quién puede pronunciar eso? Lo normal resultó: Mendl Svarez, Marcos Cureñe y Caroile. (Por favor, pronunciar esto con esa r gutural que tiene alguna zona del francés. No todos los que hablan idish la usan, pero sí la mayoría. Y para los que no saben idish, “Mendl” es un nombre muy común, así como todos los demás).

Mendl Svárez era el cirujano y cuando ya alguien tenía pase para él, ese paciente desbordaba de orgullo. ¡Había que aceptar que estaba realmente enfermo! Todos los pacientes lo abrazaban.
Marcos Cureñe también tenía una legión de admiradores que juraban que era ‘el que más sabía’.
Caroile - no recuerdo su especialidad - tenía como virtud ser tío de Germán (hola Germán Queirolo) y en su vida cometió un error: se hizo una casa en el Balneario La Tuna, a tres cuadras de la playa, sobre una calle que era el único acceso a la tal playa. Demasiados pacientes tenían casita en el mismo balneario y los fines de semana, ya que estábamos, todo el mundo le iba a romper los huevos. Culpa suya porque decía que una cañadita que cruzaba la playa y entraba al río ancho como mar, contenía yodo. Había que caminar por esa cañada hasta que los pies quedaran bien amarillos, y esa era la cura general, y ni los médicos ni las curanderas podían compararse a la tal. Y ahí íbamos, a teñirnos los pies. Lamentablemente, años más tarde, nos dimos cuenta que eso no era yodo sino simplemente óxido de hierro, con poca capacidad curativa. Pero el mito atrajo a demasiados socios a ese balneario.

Recuerdo una de mis consultas obligatorias de los domingos de mañana, en el chalet de Caroile. Mi mamá me llevó porque yo, milagrosamente, tenía diarrea. Digamos que eso me sucedía semanalmente desde que nací hasta el día de hoy, pero mi mamá no iba a dejar pasar una consulta gratis en medio del balneario. El Dr. Caroile escuchó pacientemente las explicaciones algo exhaustivas que mi madre le daba: cantidad, consistencia, color, aroma, etc. y le dijo: -Mire, le voy a dar el mejor remedio contra la diarrea. Compre una Salus, (interrupción de mi madre: “¿Puede ser Matutina? Es más barata”. “Si señora, y hasta Sirte si quiere”).  Ábrala y que ella (o sea yo) inmediatamente tome directo de la botella, con todas las burbujas que estén acumuladas-  ¿Se imaginan lo harto que debía estar ese buen hombre para darle a una nenita con diarrea una dosis de gas de botella que solamente empeoraría la situación? Todavía me río de ese recuerdo.

Hay cientos de anécdotas de Mutualista, y me gustaría que algunos de Uds. las contaran acá. Yo recuerdo vagamente algo como, en medio del apilamiento de gente para sacar número, se oye una rotunda voz de señora que le decía al marido: “Jeremías, ténme la cartera que voy a orinar”. Se escuchó hasta en Gral. Flores, a una cuadra de allí. (Gracias Leonardo, por ésta).
Otra vez, un paciente tenía que traer una muestra de feces. Entró con una cajita, la abrió en el mostrador rodeado de gente y preguntó:¿ “Así está bien”? Las empleadas tuvieron que salir corriendo por la risa que les dio el enorme sorete que contenía la cajita.

Una vez me encontré con un personaje querible, cuyo español era lamentablemente de lo peorcito. Cuando me vio, me dijo: “Hoy foy a ver a mi hija y salí a tomar un ómnibus. Tonces me caí, y vine acá per un riñón, pero no se hace”. Yo lo miré preocupada y le dije “Qué es eso del riñón? Se lastimó?”
Y me contestó: “No seas idiota. Te dije. Foy a ver a mi hija, subí a un ómnibus y vengo acá per un riñón pero no se hace!”. Tampoco entendí y le dije: “Moishe, qué le pasó en el riñón? Le duele? Le sangra?” y ahí escuché: “Vos nunca entendés nada. Vine aquí per un riñón de la comisión directiva pero no se hace!”

Hermosas épocas.






Friday, June 2, 2017

Una extraña historia de mi papá.

Los que lo conocieron, saben qué clase de personaje fue. Historias a granel. Entre ellas, alguien a quien quiero mucho (vieron esos amigos/as electrónicos con quienes hay ‘filin’ y aunque nuevos son amigos de siempre?). Bua, que me recordaron que una vez les conté algo bastante complicado, por no decir dudoso.

Mi papá, como buen relojero, tenía la mesita frente a la ventana en la calle Río Branco y estaba rodeado de relojes. De pulsera en armaritos, carrillones apoyados en las paredes y relojes cucú donde pudiera tenerlos (esto es una historia aparte).

Un día se abre la puerta del negocio y entra un hombre, hablando con mal acento en español, y dice que le dijeron que mi papá era el único que podría arreglarle el reloj (necesitaba piezas ya inexistentes que había que hacerlas a mano). Saca del bolsillo un enorme reloj, totalmente de oro macizo sostenido por una cadena gruesa, también de oro.

Mi papá mira al hombre y siente que le viene un chucho por la espalda y un temblor en todo el cuerpo. Reconoció a Mengele por las fotos. Parecía imposible, pero allí estaba. (Hay que imaginarse la alegría de Mengele - si realmente era él - cuando le dijeron que el único que podría arreglarle ese reloj era un tal Steinberg).

Casi sin poder respirar, empezó a pensar cómo hacer para que todo eso desapareciera y cómo negarse a un requerimiento de ese naturaleza. Empezó a sudar y todo lo que se le ocurrió fue decir: “Mire, no puedo tomar un reloj tan valioso sin saber si realmente es suyo o si es robado. Por favor, muéstreme su cédula de identidad”.  Mientras lo iba diciendo, se dio cuenta que eso era ridículo porque en la cédula no podría decir: Cabello: rubio. Ojos: azules. Reloj: oro. Pero fue todo lo que se le ocurrió.

Dice que el hombre lo miró con mala cara, agarró su reloj y se fue dando un portazo. Mi papá se sentó y ya no pudo seguir trabajando esa tarde. No sabía si creerse a sí mismo o no. Dudó ligeramente de su salud mental.


Al día siguiente el canillita trajo a casa “El Plata” que llegaba todas las mañanas casi junto con el “Unzer Fraint”. El titular de “El Plata” rezaba: MENGELE EN MONTEVIDEO.

Sunday, April 16, 2017

2017 tax-march

Un sábado en Chicago, de lo político tirando a lo surrealista.
El 15 de abril es el día que vence el pago de los impuestos a todo lo que alguien ganó en el año. Día temible que viene después de horas de juntar papeles, ver cuánto se puede descontar y hacerlo. Pero este es el año de Trump.
Por razones ininteligibles, todos los presidentes desde 1970 muestran los últimos 5 años de pago de impuestos. Se supone que esto demuestra ‘transparencia’. Bua, que Trump no es un presidente común, por lo tanto no mostró nada. Se sospecha que es porque en realidad no pagó nada, gracias a las manganetas que hace con sus negocios inmobiliarios, que le permiten demostrar que en realidad perdió plata por lo que no ganó nada que genere impuestos. Él declaró que eso demuestra su inteligencia. No se le puede negar.

Se había organizado desde hace unas semanas la ‘tax-march’ (marcha de los impuestos) en todas las ciudades grandes de los eeuu. El hecho de que esta misma semana Trump, de apuro, despachó 59 misiles a Siria y ‘la madre de todas las bombas’ inesperadas, no borró la razón de la marcha aunque aminoró un tanto su efecto de shock.

En Chicago, a las 11am, estaba citada la marcha en la plaza Daley (lugar normal de reuniones políticas). Había entre 2000 y 4000 personas (magnífico conteo del Chicago Tribune). Llegamos, vimos a los eternos viejos anarquistas vestidos como les parecía que mejor se burlaban de Trump, pero también mucha juventud, cosa que nos levanta el ánimo. Las pancartas que llevaba la gente eran todas hechas en casa, y denotaban el gran espíritu de magnanimidad y emoción que se siente.. Muchas decían simplemente “Fuck Trump”.

Anduvimos un rato buscando gente conocida (a veces sucede), hablaron muchos oradores y al mediodía se largó la manifestación, con total orden, policías amigables y música de tamboriles, que nos trae ciertos recuerdos.

Por supuesto me dio hambre y nos fuimos a comer a un lugar relativamente nuevo llamado ‘Latinicity’. El nombre no indica qué se come sino quién cocina en los diversos kioskos étnicos que ocupan todo un piso enfrente de la Plaza donde se realizó el acto. La comida se supone que es de todo el mundo, pero los que cocinan y atienden son absolutamente todos mexicanos (tal vez me equivoco y pueda haber algún venezolano, pero no importa).

Entramos y mientras yo me lanzaba al mostrador de comida china, Manuel se fue al de sushi. Por supuesto, no es necesario hablar en inglés. Ni una palabra. Lo intentamos pero ni ellos nos entendían ni nosotros a ellos. Mi mexicano de turno era dicharachero y divertido y el de Manuel también.

El mío no tardó nada en presentarme el pedido y avisarme que lo pusiera en la escudilla, para ir a buscar cubiertos y condimentos a una mesa que estaba por ahí. El de Manuel demoró más, por lo que fui, con escudilla y todo (supuse que era una ‘bandeja’ y creo que le emboqué) a reunirme con él. El mexicano de Manuel me saludó y al irnos me dijo: “Buen provecho, madre”. Casi se nos caen las escudillas.