Tuesday, April 15, 2014

Marido uruguayo, peluquero jordano.

Marido uruguayo, peluquero jordano.

 Una de las mejores cosas de vivir en los EEUU es estar rodeados de gente de países con culturas totalmente diferentes a la nuestra. Es lo que más extraño cuando voy a Uruguay. Allá parezco saber lo que piensan todos y si tengo que apostar a la reacción que se puede tener frente a algún tema, casi siempre le emboco. Acá no.

 No soy muy leal a mis peluqueros/as. Ya probé decenas y ninguno me conforma lo suficiente como para seguirlo. Cuando mi penúltimo se fue para Brooklyn (todos mis peluqueros terminan yéndose a Brooklyn, aparentemente), decidí que ya que el de Malalo le decía siempre que yo fuera a verlo, que me dejaría llena de pelos maravillosos, que una amiga uruguaya de acá iba y estaba muy contenta, me resigné a ir porque total, tanto me daba. Que Imad fuera jordano no era grave. Que sea musulmán, ya es otra cosa. Hace más de un año que voy y sigue siendo una bolsa de sorpresas.

Me explicó en detalle cómo él tuvo la suerte de tener que estudiar el Korán en la escuela, dos horas por día, durante 10 años. Yo, por supuesto, contesté lo esperado: -Que en Uruguay tenemos la suerte de que eso no puede suceder, porque la religión y la educación están totalmente separadas. Que Varela era un tipo bárbaro, y que nada, que el laicismo es perfecto. Me miró con mucha lástima. –Y claro-, dijo,- si no les enseñan desde chiquitos lo que es importante, nunca más lo pueden aprender . Antes de contestarle, me di cuenta que lo que iba a decir yo era exactamente lo mismo que dijo él. Que si les embuten desde chiquitos … Pero no interesa. Todos sabemos lo que un uruguayo contesta en esa situación. Lo interesante es darse cuenta que no todo el mundo piensa igual. O mejor dicho que aunque piensen igual, los resultados pueden ser totalmente opuestos.

 La macana del musulmanismo es el machismo. El tal peluquero había logrado transformarme de vieja canosa en una rubia sensacional, con claritos incluidos. Y ahí entró el uruguayo, cuyo ligero machismo tampoco es de despreciar. El que tengo en casa declaró que me recordaba castaña y preferia ese color. Y se lo dijo el sábado pasado al tal peluquero, sin que yo supiera del asunto. Parece que Malalo sacó a relucir la foto de Flora que siempre lleva encima, se la mostró y dijo: “Así era mi esposa cuando la conocí, y quiero que vuelva a tener este color de pelo”. Lo dijo medio en joda, sabiendo que yo lo mandaría a la misma mierda. Pero el peluquero lo tomó como una orden.

 Inocentemente fui la semana pasada y le dije: “Solamente las raíces, no tan rubio pero con claritos por todos lados”. Su respuesta fue: “No, vamos a hacer toda la cabeza, más oscura”. Pensé que estaba loco y le dije que sin claritos no me iba. “Manuel no quiere”, contestó. “Y a quién carajo le importa?, dije yo. “A mí”, dijo él. Y ahora estoy así, completamente marrón, con un artefacto tipo nutria parada arriba de la cabeza. Malalo dice que le gusta.