Monday, December 27, 2010

2010 - taximetrista sudanés

Subject: el taxista de ayer (Dec.2010)

No hay caso, no hay gente nacida en los EEUU que maneje un taxi. Ayer fuimos a comprar ropa para Malalo y a la vuelta hubo que pescar uno porque no nos daban las patas (y además yo seguramente camino torcida gracias a mi hombro partido en cuatro, por lo que una pierna me duele más que la otra, sobretodo en los días que voy a fisioterapia, que es de una tortura magistral).

Bua, que el taxista tenía un acento raro (como absolutamente todos los taxistas de acá, pero éste sonaba todavía más raro que los tradicionales árabes), y nos preguntó de entrada si estamos jubilados y si estamos comprando regalos para los nietos. Dijimos que sí y chau.

Y le pregunté de dónde era él. De Sudán. Nunca nos había tocado alguien de Sudán. Y éste encima estaba politizado y nos preguntó si pensábamos quedarnos acá o volver a Uruguay (el hombre tenía una vaga idea de que Uruguay quedaba en Sudamérica). Dijimos que no sabíamos y nos dijo: "no, aquí en este país hay que vivir unos 10 años para juntar plata y volver al lugar de origen". Que él va a esperar que los hijos terminen el high school y consigan un trabajo y de allí en adelante, que se las arreglen solos porque él se vuelve, dijo. Y aclaró: "porque acá todo es capitalismo, y eso no sirve".

Por suerte no vivimos lejos, o nos cantaba La Internacional. Le deseamos Feliz Navidad igual.

Y para todos Uds. también!!!

elisa/uruguay/chicago

2000 - para la muerte de un profesor-amigo Jim McCawley

Esta primavera llegó algo tempranera, por ser Chicago. Esto significa que las alergias llegaron antes que de costumbre. Y ahí andamos, escupiendo, rascándonos las gargantas por dentro, con esos rugiditos que a mi marido le salen tan bien y a mí me ponen tan nerviosa, porque se pasa haciendo eso en el auto y yo siempre pienso que es el motor que se está pudriendo. También significa que en lugar de reventar todo con flores y verdor de un día para el otro como suele suceder, van saliendo lentas y hasta se ven crecer. Nada esta mañana, alguna esta tarde y al otro día un tulipán está afuera, y los demás vienen viniendo así, como si tuvieran tiempo. Y los brotes de los árboles también, de a pocos por vez, para alergizarnos mejor. Pocas veces vi tanto brote, y no hay hojas grandes que los tapen, porque no están afuera todavía.

Esta primavera me preocupó. Demasiado linda, demasiado antes. Pensé que algo tendría que pasar, algo malo, claro. Y pensé en los pocos amigos que tengo y que quiero, pero nunca pensé que iría a pasar lo que pasó. Alguien a quien yo quería mucho, tenía que morirse. Y se murió. En el medio de la calle, de la noche, a unas cuadritas de casa, lo encontraron muerto, tal vez como siguen diciendo, de un ataque al corazón. Mi profesor, amigo, uno de los personajes más irredentos de la historia de mi vida, muerto. Todavía le sigo mandando forwards cuando llega algo interesante sobre español. Todavía tengo en la heladera el bacalao para la comilona que un amigo zamorano iba a preparar para Jim en casa, justo el día de su entierro.

Primera vez que voy a un velorio y entierro de alguien a quien quise. Nunca había visto un cajón abierto, donde los maquilladores destruyen la verdadera cara y ponen otra para que los que lo vean no sufran tanto, supongo. El Jim de pelo eternamente largo y mugriento, ahora limpito y peinado. Las cejas volantes, peinadas y pegadas para prohibirles volar. El bigote revoltoso, cortadito y también pegado a los costados de una cara, ahora lisa, sin los agujeros de granos y viruelas que siempre tenía.
Él, que llegaba a las clases después del mediodía, siempre en bicicleta, recién afeitado y con los pedacitos de papel higiénico ensangrentados pegados a la cara, ahora lisa y sin sombras. ¿Le hacen la cirugía estética a los muertos? ¿Y les ponen ropa limpia, esa que nunca usaron? Jim con saco y corbata, sin olor a fritanga china ni manchas en los buzos demasiado chicos por los que se asomaba la panza, la raya del culo y los calzoncillos a lunares verdes cuando se agachaba a dibujar velozmente un árbol sintáctico hasta la parte de abajo del pizarrón. Un Jim mudo, sin su acento escocés y tartamudo, sin el ejemplo de sintaxis más disparatado del siglo, sin el brillo en los ojos preparando el chiste que siempre le iba a salir en los momentos más inoportunos, como por ejemplo, durante su velorio, en ese cajón, serio y limpio.

Nunca lloré a grito pelado como esta vez. Era un sábado de noche cualquiera, de esos en los que mientras mi marido lee, yo estoy en la computadora, leyendo mail y charlando con íntimos amigos desconocidos. De repente un mail del decano de lingüística, aparece con “Una triste noticia. La policía acaba de encontrar a James McCawley muerto en la calle, aparentemente de un ataque al corazón”. El alarido me salió solo. No fui yo, fue mi garganta alergizada. Mi marido vino corriendo a ver porqué yo no podía ni hablar. Leyó el mail que todavia estaba en la pantalla y me abrazó. Él sabía cuanto respeto y cariño había en mí hacia ese hombre. No creo haber llorado tanto por mi papá. Jim tenía sólo 61 años. Y un dia antes habiamos estado discutiendo el por qué se dice “El ganador soy yo”, o “Ni tú ni yo ganaremos la pelea”, cambiando la persona o el número del verbo sin preocuparnos. Y yo recién había recibido unos datos nuevos de mi lista de lingüística en español que explicaban algo, aunque complicaban más la teoría.

Ese Jim, no podría estar muerto. Él, a quien yo creía el hombre más feo del siglo, hasta que mi suegra un día lo conoció en una esquina, mi suegra tan delicada, pero que sin poderse contener dijo: "Encantada! Pah, este sí es un hombre. Qué bueno que está!" Ella no sabía que español era uno de sus idiomas favoritos, tanto como otros doce idiomas más.

Llamé a las doce de la noche al decano y descubrimos que teníamos que organizar entierro y velorio, ya que Jim sólo tenía dos hermanas, no demasiado cerca de Chicago, y después de la casa funeraria necesitábamos un velorio estilo americano, donde todos se reúnen en una iglesia (aunque Jim era anarquista a muerte) a contar cosas divertidas y celebrar la vida del muerto. Si, con el cajón ahí mismo, antes de cremarlo, que eso era lo que él había dejado escrito en algun lado. Y después, a un salón de clases, a festejar con gran comilona.

Los días siguientes fueron el revoltijo que todavía tengo en la cabeza. Muchos estudiantes nos fuimos al lago al día siguiente, al Point, sin citarnos, a medida que nos íbamos enterando. Era el lugar natural. Y por supuesto, el tiempo fue cambiando. La primavera dio paso al invierno que todavía quedaba, el frío, el viento, la lluvia, tan lógicos atacaron como correspondía a los sentimientos que nos iban llenando. Lloramos, gritamos, hicimos una ceremonia yoruba mandando al lago una vela encendida montada en un platito de cartón, lloramos más y nos fuimos a ver qué se podía hacer para sobrevivir ese golpe insólito.

Pasó la casa funeraria, pasó el 'memorial' a cajón abierto donde todos, unos 200 entre estudiantes, profesores y familiares, lloramos con la boca abierta, sin vergüenza, sin miedo, con esa fuerza que solo el llanto colectivo y la lluvia a torrentes podía darnos. Y fuimos a celebrar, con música escocesa y comida thailandesa, con imitaciones a su estilo y sus dichos, con grupos en rincones llorando, contrarrestados por grupos que se reían a carcajadas cuando alguien recordaba alguna de las travesuras de James McCawley, uno de los lingüistas más famosos del mundo, de quien todos creíamos ser su único mejor amigo pero descubriendo que cada uno lo había sido por igual.

Ya pasó una semana, el tiempo sigue siendo desagradable, lluvioso, de un inviernito tipo Montevideo, y seguimos calados hasta las alergias, sin poder olvidar a Jim ni por un minuto. Aunque el dolor, si, creo que el dolor profundo está empezando a pasar. Y sabemos que va a tener que dejar de llover, porque esto es una porquería, porque sabemos que simplemente, va a pasar.

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(Ésta fue la respuesta de JorgeVarlota/MarioLevrero al día siguiente después que le mandé este cuento, en medio de un taller de literatura por e-mail. Lo agrego aquí para masajearme el ego, naturalmente).

Elisa, dejate de joder y andá pensando seriamente en dedicarte a la
novelística. Este ejercicio es una joya. No tengo palabras... Así es como
hay que escribir.

Cariños, ML
jvarlott@adinet.com.uy

2010 - de cementerios

Cuentos de cementerios.

No es fácil contarlos sin explicación previa. Si yo dijera ‘mi papá era un idishista’, los que entienden la cosa sabrían que eso conlleva toda una línea política: pro-idish, anti-hebreo, anti-zionista, anti-religioso, de izquierda desde la revolución rusa (tal vez perteneciente al Bund) y molesto por la relación EEUU-Israel. En realidad, molesto con todo lo referente a Israel.

Disgresión: En 1984 mi papá me llama a decirme ‘tengo que hablar contigo’. Yo había llegado a Mdeo. después de muchos años afuera y ese llamado de mi papá me congeló la sangre. Podía esperar cualquier disparate, dada la seriedad del mismo. Fui a verlo y me dijo, con un gran suspiro: “Sabés, parece que tenemos que aceptar que Israel existe”. ¡ Era 1984!

Pero vuelvo al tema anterior:
No sé qué porcentaje de judíos uruguayos forma el grupo al que me refiero, pero solía ser bastante amplio aunque ahora va disminuyendo poco a poco porque las nuevas generaciones, aunque mantengan la idea política, ni saben idish ni tienen la menor intención de proteger el idioma. Y ahora también están más cerca de judíos pro-Israel.

Bueno, esos ‘judíos progresistas’ (así se autodenominan) tienen un club. Llamarlo ‘club’ no es hacerle un favor, porque tendría que quedar claro que no es solamente un lugar de reunión, sino que es escuela + teatro + coro + bailes + charlas culturales + deportes +a ctividades políticas internas y externas. O sea que funciona todas las noches después de la cena, y los fines de semana completos.
Y como es de costumbre en la colectividad, esos mismos grupos judíos tenían su mutualista, su banco, y su… cementerio. No sé muy bien qué queda de lo demás, pero lo que aún existe, bien seguro, es el cementerio. Está situado en La Paz, cosa casi tan graciosa como que la cárcel de hombres quedaba en Libertad. En La Paz del Señor, aparentemente.

El club fue un lugar creado con el sacrificio monetario de todos los participantes. Para poder conseguir un préstamo bancario, el club – Zhitlovsky – necesitaba tener a alguien que legalmente fuera dueño de semejante cosa y en ese momento mi papá fue un dueño razonable. Total... Gran susto cuando llegaban los impuestos anuales a mi casa, hasta que al fin lograron convertir el club en organismo cultural sin dueño fijo.

Hubo clubes alquilados anteriores, con diferentes nombres, donde los judíos de izquierda mantuvieron su cultura. En cierto momento, ya cuando pasó la guerra y los inmigrantes no tenían problemas económicos demasiado apremiantes, decidieron construir un edificio con todo lo necesario.

El nuevo edificio se terminó de construir en 1949 o 50, con hipotecas sacadas a largo plazo. Pero no había plata para levantar esas hipotecas. Hubo un año, recuerdo muy bien, en que mi papá y todos sus compinches andaban locos porque vencía una por $10.000 (vaya a saber cuánto sería eso en moneda actual) y no había de dónde sacar semejante cifra.

Como dije, el cementerio judío estaba en La Paz. Extrañamente, a pesar de ni hablarse con los judíos religiosos, los cementerios están unidos. Digamos, están en el mismo predio, pero con entradas independientes y bastante diferentes de aspecto. Como que la religión, o falta de ella, se nota. Al frente está el ‘noistro’ y atrás el religioso. Por lo general, todos entran por el ‘noistro’, así no tienen que dar toda la vuelta.

Y llegó la bendición divina (no puedo entender cómo los no-religiosos no dudaron de su dogma en ese momento.) El hijo de una de las familias judías más ricas de Uruguay, se suicidó. Un suicidio de por sí, es dramático, pero la ferocidad con la que el judaísmo lo condena es atroz, tanto que los hermanos/as del suicida tienen dificultades para casarse ya que nadie quiere traer a su familia a personas que tengan lazos de sangre con un loco. Encima del horror de tener un hijo muerto, la religión impone un castigo severo a sus familiares en el mismo día del entierro. Tienen que enterrarlo fuera del cementerio, perpendicularmente, con los pies apuntando al mismo y la cabeza lo más alejada posible.

La auto-muerte del hijo del rico fue recibida con un respiro de alegría por parte de los miembros del club. Como era costumbre, ‘noistro’ cementerio aceptaba sin problemas enterrar suicidas, con los pies apuntando hacia la parte religiosa del lugar. El consuelo para la familia era que, al menos, estaría en un cementerio judío - treif pero judío al fin y al cabo - y no en campo abierto. Y esa vez, mi padre se encargó de los arreglos correspondientes. No se sabe qué se dijo. Fue algo así como el encuentro entre San Martín y Bolívar. El padre rico del muchacho tuvo que levantar la hipoteca del Zhitlovsky. Y lo hizo casi sin discutir. O al menos, así me lo contaron.

Esa no fue la única vez que se usó el cementerio para obligar ciertas actividades. Un judío del Zhitlovsky murió, y para gran sorpresa de todos dejó como último pedido, que un rabino cantara durante su entierro. Aunque furiosos con el pedido del muerto, respetaron sus deseos y fueron a hablar con el rabino, que simplemente se rió y los sacó a patadas.

Llega el domingo (día en que se entierran más judíos, y esto está estudiado estadísticamente, ya que mueren en días tales para que el entierro caiga en domingo, no se sabe por qué), hay que enterrar a ‘noistro’ muerto y siguen sin poder encontrar rabino cantor. Toda la familia, amigos, bañaderas llenas con conocidos (sí, casi nadie tenía auto, por lo que el estatus del muerto se contaba por la cantidad de bañaderas que la familia tenía que alquilar para que los amigos pudieran ir. Recuerdo esos viajes, por lo divertidos.) están en La Paz con el cajón, y sin rabino.

Y en ese momento, llega un entierro de los religiosos. Nuestra gente, - y que conste que eran hombres y mujeres, por igual - ‘di jevre’ (creo que la mejor traducción es ‘la barra de amigos’, pero conlleva el sentimiento de ‘la unión hace la fuerza’, cosa que acerca la definición a ‘la mafia’) inmediatamente planifican el asunto. No tuvieron ni que discutirlo. Se miraron entre sí, y supieron lo que había que hacer.

Los entierros religiosos, como ya dije antes, en lugar de dar toda la vuelta y entrar por la puerta de atrás, usan la puerta ‘noistra’ para cortar camino. En ese momento entra el cajón, el rabino, y antes que pudiera pasar toda la familia, ‘di jevre’ se coloca hombro a hombro, en varias filas y tomados de los brazos, para cortar el camino a la comitiva. Gran escándalo. Nadie puede pasar, el muerto una vez que entró al cementerio no puede volver al mundo de los vivos, la gente llora a gritos, pero ‘di jevre’ no se inmuta. La flia. pregunta qué se puede hacer y los participantes del muro humano dicen ‘queremos que el rabino le cante a ‘noistro’ muerto’. El rabino se niega de nuevo, pero la familia del muerto religioso lo amenaza de tal manera que el pobre acepta cantar donde le pidan. Y se hace la paz.

Algo que me intrigó fue por qué el gobierno militar permitió que quedara el cementerio tal como estaba. Las viejísimas tumbas, elaboradas en piedra, lucen la hoz y el martillo y a veces alguna palabra en idish, esculpida, (como ‘sholem’).
El mismo club Zhitlovsky no tuvo esa suerte. El gobierno lo cerró por muchos años y solamente reabrió, plagado de humedades y rajaduras, ya muy cerca de la caída de la dictadura, con conversaciones a través del consulado israelí. Pero a pesar de haber prohibido toda actividad en un edificio normal, la dictadura no se atrevió siquiera a tocar las tumbas con símbolos prohibidos. La fuerza de la muerte puede con todo.

2010 - piscina en club nuevo

Fri, July 30, 2010 5:51:30 PM
Historias que ni lo son...

No sé por qué, pero siempre pensé que no soy un ser muy sociable. Sí, no me cuesta hablar, pero tampoco soy la reina de la alegría, salvo que esté medicada, faltaba más. Aunque con o sin medicación, muchas veces me dijeron que soy 'the life of the party', cosa que me entristeció al pensar en la poca vida interior de los comentaristas.

Mi amiga Sonia, que vino este año a Chicago para el nacimiento de una nieta, fue la que insistió en describirme como 'qué sociable sos'. La miré con cara rara y dijo algo como 'en Chicago todo el mundo te conoce y te abraza a los gritos'. Bueno, no todo el mundo. Cuando ella vino, fuimos a un museíto en H.Park donde trabaja una gran amiga de nuestro hijo Gastón, que vino muchas veces a casa (la amiga, no Gastón). La hice llamar y cuando me vio, vino corriendo y me abrazó a los gritos. Pero esa es Sarah, y eso es normal para ella.

También hace un tiempito en la farmacia, la farmacéutica de turno me saludó eufóricamente. No es que yo me pase la vida comprando remedios, (o tal vez sí) sino que ella solía trabajar en la farmacia de Hyde Park donde vivimos durante 19 años y a ella justo la cambiaron de local a nuestro nuevo barrio, cuando nos mudamos para el South Loop. Y por supuesto, nos reconocimos, en medio de malones de gente desconocidísima. Manuel sacudía incrédulamente la cabeza, mientras nos saludábamos como si fuéramos íntimas...

Hoy fui al nuevo gimnasio - no sé si saben que mi vecina (Kaganove), que debe ser hiper-activa y anda cerca de los 80 años, decidió que hacer gimnasia con pesas dos veces por semana no es suficiente. Que necesitamos más cardio. Y que cardio en piscina, era lo indicado. Pero la del viejo club al que vamos, es un asco de mugrienta. Y entonces nos fuimos a un gimnasio nuevito, justo a la vuelta de casa. Con una piscina linda, limpia, poco oliente. Y enorme jacuzzi, baños de vapor y sauna. Y un aparatito para escurrir el traje de baño, así no chorrea en el bolso. Varias salas y pisos llenos de máquinas relucientes. Con guardería, restaurante, y 'spa', o sea masajes, cortaduras de pelos, teñidos, etc. Descubrimos que cobran lo mismo que el otro, el viejo y algo sucio que nos queda a unas 6 o 7 cuadras de casa, cosa que en invierno y verano hace falta tener un ataque de heroísmo para caminarlas y por supuesto, se sienten. Este queda al menos a una sola cuadra.

Bua, que hicimos los arreglos administrativos y pagamos con grandes descuentos todo un año por adelantado, que vale por dos (era la promoción de esa semana). Mi vecina, muy contenta, de golpe se dio cuenta que pronto ella iba a tener 80. Y como siempre, dice: 'a mi edad, ya no compro ni bananas verdes' pero decidió que anotarse en un gimnasio por dos años era... ¡por supuesto! perfectamente razonable.

Debido a una brutal tormenta la semana pasada, el edificio donde está el gimnasio antiguo se inundó totalmente. Es River City, del mismo arquitecto que el de las Torres Marinas. El río pasa por el costado y desbordó, inundando todo el sótano donde tienen todo el sistema eléctrico, el de agua y el gimnasio y además el garage de todos los edificios. Evacuaron a los residentes (son más de 200 aptos.) y cerraron todo. Van a demorar en secarlo y repararlo. Pero no importa, porque ahora tenemos también el gimnasio nuevo.

Esta semana ando sin vecinos, ya que vinieron de visita el hijo, mujer y nietos, por lo que ella decidió cocinar todo el tiempo y no ir a gimnasia. O sea que quedé solita y fui a todas las clases que pude de aquaerobics. Me gustan.

Hoy de mañana fui temprano y como no tengo todavía incrustada la cercanía, descubrí que no tengo que salir de casa 15 minutos antes, porque entonces tengo que esperar casi 10 al costado de la piscina. Ahí estaba yo, esperando, cuando entró una robusta mujer negra, con aspecto a haber vivido una vida en base a Kentucky Fried Chicken. Y empezó a preguntarme detalles de la clase, como si durante el ejercicio había que hundir la cabeza y le dije que no, que por ahí mismo teníamos que transpirar, a lo que dijo ‘ah, qué suerte, porque me dijeron que con la clorofila, el pelo estirado se estropea’. Es que en Chicago la clorofila en las piscinas parece ser bien brava. Y me aclaró que era la primera vez en ese gimnasio para ella y que no sabía si aguantaría, pero que tal vez, si lo lograba y además cuidaba su dieta, 'then I could stop my medications. You understand'.

No, yo no tenía por qué entender ni saber de qué la medicaban, pero dado su peso y grupo social, seguro que lo que tiene es diabetes. Asentí y me metí al agua, que al principio está más bien helada, pero con el ejercicio, si fuera más caliente, no aguantaríamos.

La mujer me pregunta mi nombre, yo el de ella (se llama Wanda) y me mira y dice "When I saw you, I knew you was (sic) friendly. Because you smiled. People here don't smile often". Ahí me acordé de lo que me había dicho Sonia. Y me puso contenta.

Y esa fue una historia, que no lo fue.

Lo que me lleva al interesante tema del racismo en los EEUU. Es complicado. Yo soy de las que piensa que en Uruguay hay tanto racismo como en todos lados, pero también sé que los uruguayos insisten en que eso no es cierto. Salvo que cada tanto se mandan sus regias metidas de pata, pero siempre con la misma negativa a aceptar su racismo.

Es cierto que no tenemos 'historia de racismo' por el asunto de haber tenido pocos esclavos y por haberlos liberado bastante temprano, pero de ahí a que podamos llamar a un negro 'negro', y que eso no signifique más que cariño, hay un gran paso. Como receptora de comentarios muy racistas, puedo asegurar que nadie es totalmente inocente.

Como ejemplo, hace poco, una persona vagamente amiga, de Mdeo., se dispuso a comentar los problemas médicos que llevaron a alguien conocido a morirse en la Mutualista Israelita del Uruguay (MIDU). Según ella, el díagnóstico estuvo mal y ... ahí largó sus verdaderos pensamientos: "Mirá, vos sabés que yo ... pero qué querés, en la mutualista esa son todos judas. No quisieron gastar en hacerle los análisis necesarios y por eso XX murió". (El muerto era Alfredo Zitarrosa, y supongo que todos lo conocen al menos de nombre).

No lo dijo una sola vez. Se lo escuché dos veces en dos días seguidos. Y siempre con eso de 'vos sabés que yo...'. Faltaba que dijera 'ah, judíos, sí, mi compañera de banco era judía' (todos alguna vez escuchamos frases así). Milagros de la vida.
No, si alguien dice "en la mutualista son todos judas y no gastan si pueden", eso es racismo, les guste a los uruguayos o no. No es que al pobre finado le haya tocado un médico malo, de cualquier nacionalidad, sino que simplemente decía que el ahorro de los judíos los llevaba a matar gente.

Otra amiga optó por un comentario diferente. Hablando de Condoleezza Rice, la de Bush, de quien ni recordaba el nombre, dijo "Ah, esa negra de mierda...". Cuando vio que algunos la mirábamos con cara dudosa, se defendió diciendo "ah, no, aunque no hubiera sido negra, ¡igual sería de mierda!". No lo dudo. Pero ella nunca hubiera dicho 'esa blanca de mierda'.

Confieso que aprendí en los EEUU lo que es el racismo. Mientras viví en Uruguay, yo también pensaba que 'nosotros no éramos'. Lo somos. Tanto como los peores.
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Ya en el 2012, agrego unos comentarios más, dentro de este mismo tema:

Ampliando el círculo de mis amistades.


Ya en el 2012, y sigo encontrando gente interesante. Los agrego acá porque si no, quedan desperdigados en blogspot.

Recuerdo mi último viaje a Uruguay, donde algunos pasajeros se pusieron recontra densos y la azafata se las aguantó con una sonrisa. Al ratito salté a gritarle a una mujer que estaba rompiendo las bolas y defendí a la azafata, que era fantástica. Para ese trabajo hay que tener una paciencia infinita. No es tema interesante, pero a veces no podemos arreglar el mundo. Y me fascina ver los nudos en los que la gente se mete.

Bua, que el avión no pudo despegar porque fallaba el aire acondicionado. Estar en esa lata, esperando cerca de dos horas en la pista, hasta que lo arreglaron, no fue agradable. Todos sudando y con ganas de ahorcar a quien fuera. Y una buena señora del asiento del medio quiere mover el respaldo hacia atrás para poder estirarse un poco. Nada, el respaldo ése no se movía. Llamó a la azafata a quejarse por tal problema técnico, y la azafata dijo que sí, que veía que ese respaldo realmente no se recostaba. Y ahí empezó a gritar la pasajera, que cómo puede ser! que nada funciona bien! y que cómo era que la hija no podía estar sentada en la fila de ellos! En la fila hay solamente 3 asientos y ellos eran 4. La topología indica que no es culpa de nadie que no se puedan sentar 4 juntos. La señora estaba en el centro flanqueada por marido e hijo. La azafata sugirió dos soluciones: que la señora pasara a la fila de adelante, al asiento vacío al lado de su hija, que además sí podía recostarse y con eso solucionaba totalmente sus problemas, o que su marido o hijo se cambiaran de lugar con la hija. No hubo caso. La mujer empezó a gritar que cómo la iban a separar de su flia. de tal manera, y que su hija no podía cambiarse de lugar con esos familiares, porque estaba enferma y no querían que se moviera de su asiento. La azafata siguió tratando de sonreir, pero las manos le estaban tomando forma de ‘ya te ahorco’. Dado que había otros 300 pasajeros en el avión, todos con dramas, no pude aguantar y le sugerí delicadamente a la señora que se dejara de joder. De ahí, vi que la azafata era una mujer genial, que lograba calmar a todo el mundo. La quiero nominar para el Premio Nobel de la paz.

Al salir, le pedí su nombre, para poder mandar un correo a American Airlines, agradeciendo que tuvieran gente como ella. Me abrazó y me escribió su nombre, y hasta preguntó cuándo volvíamos, para ella poder tomar turno en ese vuelo. No sé por qué me dio tanta alegría. Es una anécdota liviana, pero a veces necesitamos apoyarnos entre nosotros. (La azafata era negra y gorda, por lo que soy incapaz de recordar su nombre, dado que la manera de escribirlo y de pronunciarlo no tienen ninguna relación entre sí).

Una amistad más sincera es la que tengo con la cartera que trae el correo a casa. Sí, ‘cartera’ porque me niego a llamarla ‘la cartero’, como se sugiere decirlo en español. La señora también es vieja, gorda y negra. Eso significa que tiene diabetes. Me gusta charlar con ella. Algún antropólogo iría tomando notas. A veces me encantaría tener un grabador escondido. Un día me pidió si podía entrar a calentarse la comida en el horno de microondas para después comerla en su camión de correos. Por supuesto, le dije que más valía que comiera en casa, donde estaba calentito y cómodo. Aceptó y desde ese día viene y toca timbre. Ya sé qué días viene a comer y le preparo cosas que le gustan. Dice que todos los carteros de Chicago me conocen, porque ella habla de mí y mis comidas judías. Niños envueltos dulces, (holoptzes) digamos. Ningún otro cartero logra comer en casa de algún habitante de por acá. ¿No es interesantísimo saber que los carteros de semejante ciudad me conocen? Chicago tiene una imagen tan fría, pero no lo es. Y hacerse amigo de carteros no es fácil. Debe ser el tal aquelarre. Por alguna razón, los empleados de correos son los que más asesinatos cometen y tienen el índice de suicidios más alto del país. Incomprensible.

Un día ella me preguntó sobre mi vida y me empezó a contar la suya. Su marido tiene 72 años y maneja un camión de reparto de paquetes del mismo correo central donde ella trabaja. Le gusta tanto ese trabajo que no quiere jubilarse, y ni siquiera se tomó vacaciones el año pasado. Eso significa que le queda plata a cobrar, por esas vacaciones no tomadas. $ 600 dólares. Y ella dice que esta vez él no los quiere gastar, sino invertir. – ¿En qué? – En carreras de caballos, que además es su hobby favorito - aclaró.

Me costó no hacer gestos de terror. Le deseé suerte, claro. Dudo que la inversión le haya dado resultados positivos.

Otro día me contó una historia complicadísima de toda su familia, donde una sobrina había quedado embarazada de su novio/primo pero dijo que era de uno de sus tíos, y se casó con él. Ahora se separaron y la chica quiere que su hija sepa quién es realmente su padre biológico, pero el relajo es tal, que no saben por dónde empezar… El problema surgió porque a un familiar se le ocurrió hacer un árbol genealógico, y no hay modo de resolver el asunto en forma gráfica. El tal árbol. Y la historia contada en inglés negro, más fascinante aún. Lamentablemente, no lo pude grabar.

Y sigo coleccionando historias de amigos, vecinos y desconocidos totales. Por más que este país sea famoso por la falta de lealtad, porque los amigos se mudan y no duran, tampoco es difícil encontrar gente interesante y pasar buenos momentos.

2009 - idish secular

El domingo pasado tuve uno de mis tantos enredos con la judeidad. Fui a una charla que daba una mujer sobre ‘Pioneros apasionados. La historia del idish secular en la educación en los eeuu desde 1910 a 1960”. La señora era Fradle Pomerantz Freidenreich (ú séase ‘Freidl’, por si quieren verificarlo).
Dado que el tema era ‘idish secular’, el acto fue en una sinagoga (faltaba más) del barrio más judío de Chicago, que es Skokie. La sinagoga central de Skokie fue elegida por ser la del salón de actos más grande. Y además con salón de fiestas adosado para, después de la charla, comer las tortitas kosher y el café en vasos descartables, para estar seguron que ahí nunca se mezcló fleishik con milkhik.

A esas cosas voy desde que me hice amiga de alguien que decidió dedicarse a hacer crítica de cine (la conocí cuando todavía era una enérgica consultora para computación de planes hospitalarios). Logró medio meterse a prepo en cine y publicar comentarios de películas en un diarito judío escrito, naturalmente, en inglés. Y para encontrar su nicho, siendo feminista , se dedica a buscar películas escritas o dirigidas por mujeres. Si son judías, mejor. No es que mi amiga sea muy judía, pero su madre lo fue por un tiempito.

Ahora bien, en los últimos años se puso más judía y entró al directorio del YIVO (donde hace tiempo me hinchan conque tengo que entrar, cosa a la que me niego por razones de exceso de bolas pesadas).
Y ahí fuimos, a la sinagoga a más de una hora de viaje, apenas después del mediodía, a escuchar la charla de Freidl. El tema era interesante y la mujer, buena gente. Y como escribió un libro sobre ese tema, lo tratarían de vender a la salida, con el agregado de un CD con música de canciones de campamento en idish que acá son imposibles de conseguir.

Me ahorro la explicación de la larga cola de judíos que iban entrando por orden de enfermedades. Primero los del tanque de oxígeno, después los de los andadores, los bastones, los normales, y al final los de silla de ruedas, que no necesitan asiento. Todo como siempre.

Cuando el salón estaba ya a medio llenar, decidieron poner en un tocadiscos el CD con las canciones. La primera era ‘Arum dem faier’, que no escucho desde hace 32 años. Por más que tratamos (una mujer de Argentina y yo) de tratar de cantarla con la gente de mi grupo de literatura idish, no hay caso, no la conocen y dicen que nunca la escucharon. Claramente, es canción de campamento y los que nunca fueron, la desconocen.

Fue realmente un golpe emotivo escuchar esa canción. Y dos mujeres en la misma fila que yo (la segunda fila, cosa que es importante para lo que sigue), se largaron a cantarla. Yo también. Y casi la mitad del auditorio también la cantó. Me di vuelta, sin creerlo. Nunca me había pasado tener algo, aunque sea ‘algo’ en común con toda esa gente. Grandes aplausos, y empieza la segunda canción, que resultó ser La Internacional, en idish. Las mujeres de al lado mío prorrumpieron en canto y yo también.

Se me ocurrió darme vuelta a ver otra vez cuánta gente la estaba cantando, pero me encontré con el panorama de unas 300 personas mirándonos con cierta cara de furia contenida. Apenas terminó, se me acerca una mujer que andaba por el medio, que con el dedo en alto me increpa “- ¿Cómo puede ser que sepas la Internacional en Yiddish’? (en realidad, lo dijo en inglés, donde no hay diferencia entre tú/vos/Ud, por lo que no sé cómo traducirlo correctamente al castellano. Decidí que el ‘vos’ es posible).

A esa altura, pongo una sonrisa bobalicona que no me da ningún trabajo y permanezco con la boca bien cerrada, como a la espera de alguna explicación (hay toda una teoría en lingüística de cómo se da el ‘tomar la palabra’ y cómo dejar que el otro se entere si estás dispuesto a contestar o no). Mi disposición aclaraba que yo todavía no pensaba hablar. Y ahí viene la segunda frase de mi interlocutora: “Yo la sé cantar, ¡pero en hebreo!”.

Claro, quedaba mal reírse, pero Uds (los que leen esto, que creo que se conocen casi todos entre sí y que saben bien la discusión idish/hebreo y todo el batifondo político que trae consigo) ¿se dan cuenta de la cantidad de niveles que tenía esa pregunta? ¿Qué quiso decir la mujer? ¿Que ella era de izquierda pero sionista? ¿Religiosa o secular? ¿Que los padres la habían mandado a campamentos donde se cantaba, o no, la Internacional? (¿qué leen Uds. en estas preguntas?)

Cuando me escuchó el digno acento inglés que me sale de la boca, me preguntó de dónde mierda soy.
- Ah, de Uruguay.
- ¿Ese en medio de América del Sur?
- No, el otro, el de la costa.
- Ah.
Y siguió en un extraño tono:
-¿Y por qué vos (o sea yo) no ves películas israelíes?
Buena pregunta, pero le aclaré que en realidad veo demasiadas películas israelíes, ya que mi amiga (que estaba en ese momento revoloteando por el escenario, preparando la organización de la charla) recibe un exceso de las tales que tratamos de revisar a ver si alguna vale la pena como para algunos de los festivales de cine de Chicago. Y le comuniqué que la mayoría de esas películas me pudrían, porque siempre los religiosos salían ganando. Pasara lo que pasara, los ortodoxos terminaban teniendo la razón.

Eso la enojó y me aclaró que en Israel no hay religiosos (lo dijo, juro que lo dijo), salvo los ortodoxos que dejan mal a todo el mundo (esto se lo creo), y que el problema es en que Israel “todas las películas son pornográficas” (??), por lo que los ortodoxos, que manejan todo el asunto del cine, no dejan que se vean en otros países. (Esta afirmación debiera ser confirmada por Sonia, ‘di farbrente sionitske’, que está leyendo esto ahora. En principio, esto no se lo creí).

A esa altura yo ya estaba realmente muerta de risa y por suerte empezó la charla y pude deshacerme de mi interlocutora, que antes de despedirse agregó “y yo sé de lo que hablo, porque soy profesora”. Le dije que yo también, pero ella agregó “¡de hebreo”! O sea que con eso ya sabemos que tiene que tener la razón en todo. Es la 3ª profesora de hebreo que conozco y todas tienen esa opinión de sí mismas. No hay manera de empardarles.

Cuando me da el tiempo y tengo ganas de pelear, aviso que hice mi tesis de maestría en fonología del maya yucateca, y eso hace que me miren como con asco. Precisamente para eso es que lo digo. Descoloca a todo el mundo (tanto como cuando digo que nos quedamos a vivir en los EEUU por los choclos).Y si acaso, agrego que después de eso trabajé solamente sobre castellano y sobre idish, para que no me sigan inflando.

En la charla de Freidl (que realmente resultó muy corta), entre otros detalles, me enteré que hubo 160 (sí, ciento sesenta) grupos distintos de judíos en los EEUU, todos con su propias siglas, sus escuelas, sus campamentos, sus canciones. Las siglas contenían palabras como ‘trabajadores’, ‘libertad’, ‘sindicatos’, etc, y solamente cambiaban el orden de las letras iniciales para aclarar que eran grupos diferentes.

No sé por qué me sorprendí, ya que en Uruguay había más de 12 (me acuerdo de las famosas guardias en los campamentos para cuidar que nadie nos robara la bandera verde del Zhitlovsky, cosa que de todos modos, a nadie se le ocurriría hacer) y también sabemos que por acá había más judíos, por lo tanto más opiniones distintas.

La bronca es que ahora, llenar un auditorio con unas 300 personas (incluso 4 o 5 relativamente jóvenes y sin obvio despliegue de enfermedades), es todo un triunfo. Mi amiga estaba furiosa diciendo que si en lugar de pertenecer cada uno a un templo distinto, se juntaran, se podría armar algún fandango cultural bastante interesante. Pero no, c/u va a su lugarcito.

Cuando se lo comenté a mi vecina (Kaganove), me preguntó si sabía el cuento del judío que se salvó de un naufragio. (Si Uds. lo saben, saltéenselo). Bueno, un judío se salvó y fue a parar a una isla desierta. Diez años más tarde lo encuentran, y él empieza a mostrar todo lo que hizo en esos años. Con piedras armó cuchillos, forjó metal, y logró hacer hasta cubiertos. Hermosa casa con piscina y todo. Parques. Caminos. Y al final dice que quiere mostrarles la sinagoga. Gran edificio, imponente, con todo lo necesario. Cuando ya se están yendo, ven que hay otro edificio al costado. ¿Y esto que és? – Ah-, dice el judío, - esa es la otra sinagoga, pero ahí no voy jamás.

No sé por qué esto me recuerda cierto comentario de Máximo, como que el Zhitlovsky no nos dio respuesta como judíos. ¿Qué respuesta quieren? ¿Qué quiere decir? ¿Que también tendríamos que saber la Internacional en hebreo?
Saludos a todos
elisa

2008 - Halloween by e-mail -nostalgia trip (in English)

In the middle of a nostalgia trip. E-mail sent to my kids, in 2008

Halloween. I got an enormous bag of 'the good ones' - remember what you used to do? We all got dressed up, got together with the neighbors, with Sarah and her four kids, the Indian people from the apt. above Sarah's, Kahleen, and some assorted kids also from the building.
Mostly freezing, even raining, we went down thru Sarah's approved path, that included Kimbark, and even Harper (the whole block. I should have gone today to look at it).

When we got home you would dump all the candy on the dining room floor, and start separating 'the Bad ones' (corn candy, lollipops) from the Good ones (Reeses Pieces, Snickers, and I don't remember the rest). Then you would start checking each other’s pile, and start trading. You wouldn't eat before trading. Don't know what you traded, but you did. And then ate 4 or 5 each, and that was that.

I just called for Thai take-out, and when the guy rang the bell, very distracted, I got a pile of candy and tried to shove it in his bags (the ones he was delivering, I mean).
I wish I could have one more Halloween night with the 2 of you, and our old neighbors.
elisa
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Reply |from Flora Diaz to me, Gaston show details 7:52 PM (3 hours ago)

This email made me cry!
Yeah, I totally remember!
One year Dave Wilson went as a mummy (Sarah wrapped him from head to toe in toilet paper).
Who is Kahleen?
I think it was usually our family, the Wilson's, Taznim and Anand (the Indian neighbors you mentioned whose parents' names I never knew!) and sometime Khary and Chris Friel?
And Harper was always the best street. They really got into it on that street for some reason.
And you're right, we hated the candy corn (I still do).
I think our favorite candy, Gaston correct me if I'm wrong, was actually that pink gum that was rock hard at first.
I liked the nestle Crunch bars, but Gaston didn't.
The truth is, I never really liked the candy all that much.
The fun was in acquiring it, and then trading it.
As soon as that part was over, the candy lost pretty much all of its value to me.
That's funny about the take-out guy. I wonder if restaurant delivery guys love or hate working on Halloween? I bet a lot of them get candy instead of actual tips. I also bet they hate that.
: )
Love you!
Beso grande,
flora
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Reply |from Gaston Diaz to Flora, me - show details 8:37 PM (2 hours ago)

You lie! You loved candy. You ate it all the time. Remember we kept all the candy in a basket on the dryer in the pantry and you would always eat it? I didn't really like candy that much, except chocolate, but with no nuts.
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Reply |Flora Diaz to Gaston, me - show details 8:44 PM (2 hours ago)

I did not love candy!
I was a sweet tooth, admittedly, but I liked Pepperidge farm cookies and black forest cake and those Rondos bite size ice cream things in the freezer, candy was never my thing.
Most of the basket-on-the-dryer candy would sit there and get stale until the next year, or until Mom threw it out. Maybe the cockroaches ate it. I don't know, but it wasn't me.
And you did like some candy, you liked sweettarts and those jelly fruit-things.
That, and french fries. Nothing else.

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from Flora Diaz Sun, Nov 1, 2009 at 9:02 PM
To: Gaston
Cc: Elisa Steinberg
Incidentally, that does not explain why I had so many more cavities than you.

You loved Coca Cola and drank it more than me, that is the worst thing for teeth cause it's acidic and the sugar sticks and stays there, so you should have had more cavities!


But you didn't have ANY.

EVER.

So it must've been genetic.


: )
[Quoted text hidden]

2009 abril - primavera, los talibanes y los vecinos

Patapuf !!! se nos vinieron los talibanes !!!!!!! un vecino a tres puertas de casa, filipino, cuyo hobby es la caligrafía china (¡!), me vino a buscar esta mañana con un: "mire, mire", dijo en una mezcla de Tagalog e Inglés, "los talibanes, los talibanes !!! 6 rojos y 1 amarillo. Y anoche no había nada !!!!"
Preciosas esas flores que decidieron nacer en unas horas en toda la ciudad. Chicago toda llena de tulipanes.

Mientras tanto, una vecina a dos puertas de casa, judíos vagamente creyentes, con cuatro hijas chicas, cuyo marido la dejó hace unos dos años porque quería 'to have my body ravaged', encontró novio. Y buen tipo, parece. Ya me agarré a las tortas con él (bueno, no, mentira, pero tendría que haberlo hecho porque en ese momento se lo merecía).

Mis vecinos de al lado están pasados los 70. Muy pasados. Y los pobres se llaman Kaganove. No hay caso. No me quieren creer que todos los días me río de ese apellido y que se lo tendrían que cambiar. Dicen que no porque en inglés no quiere decir nada. El hombre supo ser matemático computador y ella abogada. Ahora él es un rompe-huevos y ella una energética mujer que me obliga a hacer gimnasia. En verano vamos juntas a la feria, que merece explicación aparte.

La feria está en un lugar delirante. Chicago es una preciosa ciudad, que tiene una calle donde cada dos cuadras hay una plaza con un monumento imponente. Es Dearborn St., yendo como de casa para el centro. La primer plaza tiene un enooooorme Calder, llamado el Flamenco, rojo, metálico, con patas a decidir. La segunda es hundida y tiene un Chagall de las 4 estaciones, que es un primor. También mide unos 30 m. de largo el bicho. Doblando un poco hay un Henry Moore interesante. Dos cuadras más allá está el Picasso, que se discute si es un perro o un pájaro. Resultó ser la imagen de la que fuera esposa de él, mientras lo diseñába. Si esto es cierto, bonita, lo que se dice bonita, probablemente no era. Enfrente hay otra plazoleta con un Miró demasiado escondido. Siguiendo hasta la curva, hay un Dubufet esplendido.

La feria a la que me refiero es en la plaza del Calder, centrado entre edificios de Mies van der Rohe (Federal Plaza). Cada jueves de madrugada, en verano, voy con el carrito y quedo fascinada de ver esa feria popular, con flores y frutas, con vegetales insólitos, plantificada en el pleno centro de la ciudad, al costado (y abajo) del Calder. Es como si todos los jueves hubiera feria vecinal en Mdeo., en la Plaza Independencia, al costado y adentro del tugurio mamotrético que construyeron para darle dolores de barriga a nuestro prócer... O kioscos desparramados en el estacionamiento de la galería Montevideo...

Del otro lado de casa hay otra vecina, la tana. Con 7 hijos, el marido super-católico la plantó. Todos los hijos ya están casados así que ella sigue trabajando en la Pepsi, resolviendo problemas de seguros de salud. Me vino a golpear la ventana para avisarme que si quiero tener pastito frente al patio, tengo que hacer lo mismo que el año pasado: levantar el culo de la silla y ponerme a regar. Tiene razón.

Al lado de la casa de ella hay una flia. que siempre me da dolores de cabeza. Tienen letreros de viva bush y vamos a la guerra, banderas americanas y decoraciones patrióticas. Pero por el otro lado, tienen 4 hijos, todos adoptados, todos mexicanos, las tres nenas menores de la misma flia. a quienes los padres biológicos iban abandonando de a una. Eso me complica porque no puedo decir que son unos hijos de puta por patriotas, porque es claro que todo el mundo tiene algo bueno y algo malo.

Y así me tocó vivir.

elisa

2009-10 La culpa en el aborto es un constructo social + teatro

--La culpa en el aborto es un constructo social, -completado con el teatro. (Oct.09) – revisado en Diciembre 2010

Me tiene intrigada el tema de lo complicado que es el aborto en nuestra época. Nuestros padres lo enfrentaban sin angustias, sin miedos, sin ocultarlo. Todo el mundo sabía cuándo alguien del club (Zhitlovsky) se había hecho un aborto. Era tema abierto, tanto como el de los sueldos.

Me acuerdo de las explicaciones de mi mamá sobre las relaciones sexuales. El médico le había dicho que era "psicológicamente malo" (sic) estarse preocupando por las consecuencias y que si después había embarazo, se hacía un aborto y listo. Era tema público. Nada de terrores existenciales, ni arrepentimientos, ni dudas de ningún tipo. La única condición necesaria para recurrir a un aborto era, naturalmente, estar embarazada.

Le pregunté si no había algún método anticonceptivo algo menos radical y me dijo que había una pastillita que se llamaba “L’amour de Paris” (nótese el sugestivo nombre), que debía disolverse en agua tibia y enchufársela con una jeringa de goma, dentro de los 10 minutos siguientes al paso descocado. Y que eso era imposible. Recuerdo haberla mirado frunciendo la nariz, preguntando cuál era la imposibilidad de algo tan sencillo. Me miró con cara de ‘no seas burra’ y aclaró que no era fácil, que había que levantarse, ir a buscar el kerosén, prender el primus …
Ahí me di cuenta que la bruta era yo. Lo que es no entender la pobreza pasada. Ni me imaginé que en esas épocas conseguir agua tibia fuera algo tan complicado.

O sea que mi mamá, que aparentemente hubiera podido ser una gran esposa para un rabino, con lo cual yo, en lugar de una sola hermana, hubiera tenido al menos 15 hermanitos, le hizo caso al médico. Mi hermana nació en 1930, y a partir de ahí, un aborto cada dos meses (aproximadamente) hasta 1944.

Y el teatro? Ah, esa es una historia lateral. En algún momento vino a dirigir al grupo teatral del Zhitlovsky, una directora de Buenos Aires de quien no recuerdo el nombre. Era mandona y exigente. Y mi mamá un día, rememorando y con enojos, me contó que esa mujer era un asco. Que “me hizo subir y bajar 20 veces de una mesa, cuando yo me largaba a cantar, diciendo que lo estaba haciendo mal. Y la asquerosa sabía que yo esa mañana me había hecho un aborto!”. Ni qué hablar, que no solamente lo sabía la directora, sino todo el elenco, y más aún todo el resto de la gente del club. Era lo natural. Y a nadie le extrañó que hubiera ido al ensayo, como si fuera un día más.

En realidad ese grupo teatral era una gran familia. No puedo olvidarme cuando en una de las tantas obras que se ensayaban durante 6 meses para representarlas una sola vez, mi mamá tenía que ponerse en jarras y gritar ‘Ha!’. Y lamentablemente la dentadura salió volando, para caer en la tercera fila del auditorio. Terror. Pero no hubo problema. Un atento espectador la agarró, se levantó y se la alcanzó a mi madre, que se la colocó inmediatamente sin lavar y siguieron con la obra tan campantes.

Menos suerte tuvo un señor Moishe (no es el nombre verdadero, pero tal vez ese señor era el padre de alguno de los que están leyendo esto, y no quiero problemas familiares). La escena consistía en un nazi atacando a un judío. El nazi se le tiró encima, cayeron al suelo, y en el esfuerzo por tratar de ahorcar al judío, el nazi se tiró un reverendo pedo que retumbó por todo el teatro. A partir de ese día, ese señor pasó a ser conocido como ‘Moishe der forts’ y no logró removerse ese nombrete nunca más.

Pero sigamos con los abortos maternos. Así iban, y mi madre llegó a los 43, y ya no quedó embarazada durante mucho tiempo. Pensó que al fin se le habían terminado los huevos y los problemas. Cuando a los 45 años, paró la menstruación, dijo displicentemente ‘debe ser la menopausia’ y no le dio más pelota al asunto. A los 4 meses, la menopausia empezó a patear. Gran quilombo. Rápidamente, el médico solamente dijo ‘Felicitaciones, señora, y que tenga suerte. Yo no hago abortos en embarazos tan avanzados’.

Entonces me contó que ese día, al volver a la casa, llenó un latón de ropa (¿se acuerdan de esos latones metálicos enormes?) y subió a la azotea por una escalerita de mano, tirándose hacia atrás para caer de culo en el piso y, con suerte, tener una hemorragia, ir al hospital, y que tuvieran que hacerle el aborto de todos modos, si es que no lo había perdido ya, sin problemas agregados. Nunca se le ocurrió que se podía haber lastimado mal y que eso era poner su propia vida en peligro. Tampoco se le ocurrió que no necesitaba contarme esa historia cuando yo todavía era demasiado chica para entender.

Años más tarde me di cuenta que casi todos mis amigos del club tenían un hermano o hermana mayor, con diferencia de muchos años entre ellos. Creo que todos pasaron por lo mismo. Un hijo/a enseguida después de casarse, muchos años de abortos, y otro hijo/a tardío, que se resignaron a parir. Claro, también está lo económico que facilitó ese orden, ya que para esa época, durante la década del 40, nuestros padres estaban en bastante mejor situación económica que cuando eran inmigrantes recién llegados y un segundo hijo no era un drama tan tremendo como el primero.

De todos modos, lo que me llama la atención fue lo que dije al principio. Los traumas del aborto son netamente sociales. Si el grupo social lo acepta sin problemas, no hay dramas internos. Me resulta raro todavía, pero no creo que ninguna de nuestras madres haya sufrido demasiado por los fetos perdidos.

2009-10 - Me estoy acercando a los 65

Después de mandar en días distintos este mensaje, con pequeñas variantes, recibí respuesta de gente a quienes ni me acordaba que lo había mandado. Decidí armar una página, para diversión y tal vez análisis inquisitorio.
(Nota agregada en la última semana del 2010: no pego las respuestas recibidas, por eso de los derechos de autor que tendría que pagarle a mis amigos. Y que no estoy segura que quieran publicitar sus secretos). También, como nota de actualidad, ahora a los 66, ya me rompí un hueso en varias partes.

Mensaje:

Me estoy acercando a los 65 años, edad jubilatoria si las hay, con un sentimiento de divertida curiosidad. Los que ya los pasaron, tal vez lo hayan sentido.
No, no me siento tan boba como a los 20, ni tan apresurada como a los 30. Tengo, digamos, 40. Pero no más.

No estoy enferma ni siento la senilidad. Levanto pesas y hago boxeo. Todavía no me rompí ningún hueso. Algún susto por un quítame de allá esos cánceres, pero ¿quién no pasa por algo?
La pérdida de memoria la recibo con carcajadas y con los brazos al aire. A los puntitos negros flotando en los ojos, uno se acostumbra. Los lentes, me los soldé a la nariz. Y mi marido, al brazo.

Cuando estoy escribiendo en la computadora, tengo la mala suerte de tener un enorme placard con puertas de espejo, siempre a mi derecha. Cada tanto pregunto "¿quién es esa gorda que me mira?". O "¡Cómo se parece esa mujer a mi hermana!"

Las dudas existenciales, ya ni me acuerdo lo que significan, ni por qué las tenía. La opinión de los demás dejó de ser tan increíblemente importante. Las macanas con mis hijos, bueno, soy responsable como mucho de un 50%, pero no de todo lo demás.

Ya sé que otros escriben notas como ésta y mucho más interesantes, pero ésta es la mía, de hoy, carajo.

2009 - The brotherhood of the maimed (English)

The Brotherhood of the Maimed
Elisa Steinberg (Jan 09) (English edited by G.Diaz and Jan Huttner)

My right eye is still swollen, but not too blue. I have a big ball of gauze packing underneath, inside of which, just in case, there is a frog whose stomach has been opened in cross shape by a Maya shaman, under a full moon night. Otherwise, I had to trust science, and I'm not so stupid.
Soon I’ll be able to remove the frog, and start caring for the wound. Manuel just went to buy Vaseline (yep, I also thought it was a bad sexual joke, but it’s not), cuz that’s what I have to use so that nothing will stick to the butterfly stitches.

In 5 days, the stitches will be removed and I’ll see whether I look like Frankenstein or Scarface. Either, or.

But after my last round in the torture chamber, they said the last slice they removed was clean, so no more cancer.

The doctors, with their sharp little knives, remove the affected area little by little, as if they are slicing cold cuts one slice at a time. But they stop after each slice, so the new sample can be dyed, frozen, and checked under a microscope in the Pathology Department. It takes about an hour before the surgeon gets the results, and if they see anything “funny” in Pathology, then the surgeon calls you in to remove yet another slice.

Before they send you to the waiting room, though, they cauterize the wound, which gives off a lovely roasted pig smell. But it stops being lovely when you realize that the smell is coming from your own burnt flesh. Then they apply more gauze packing, and they send you into a little room filled with other patients to wait for the verdict. This system allows the surgeon to treat 3 to 4 people per session (one at a time, of course, but in rotation) while the rest wait for results.

Once inside the waiting room, we were 8 souls - the 4 maimed, plus 4 mandatory companions- trying to act as if nothing bad was going on. They shoved us into a tiny room with 7 chairs and we played musical chairs. (The room is actually a Janitor’s closet. The architect didn’t see the need for a special area for transients.) The one who loses each round is the one going back into the surgical suite for more slicing.

I was the last one in. They had overbooked us by mistake, but the surgeon is a friend, and I told him I would cut his balls off if he made me reschedule for another day.

I looked inside the room and saw three people with huge balls of gauze stuck to different parts of their faces. It was an eerie sight. Once Manuel and I arrived, we were one Ear, one Temple, one Nose, and one Cheek (me), plus our four family members (easy to identify because they weren’t wearing any gauze). And all of us were white, which is really strange at the University of Chicago Hospitals.

We had an immediate human connection. I wouldn’t use the word “happy” exactly, but knowing that by the end of the day our cancers were going to be history allowed camaraderie to flourish with little effort. I felt like we were in the kind of Sociology experiment where a group of total strangers bonds together in order to fight a common enemy. And one more thing: we all had solid health insurance. Aha! You are treated very nicely when you come fully insured!

The surgeon came into the room every once in a while to convince us everything was going to be all right. Nice guy. I had sent an e-mail to Gastón, telling him I was happy I was able to get this particular doctor, because a) he’s an old friend, b) he had removed some of Flora’s moles over 15 years ago, and c) ‘he has good “bed manners.” Gastón cracked up laughing; he basically told me I was an idiot unable to learn proper English. He’s right. I knew I had written something that sounded wrong even to me, but couldn’t figure out what it was. Now I know. It’s ‘good bedside manners’. So sue me.

But Flora was too worried to bother with vocabulary lessons. “Who? Dr. S? But he was already old 15 years ago when he did my surgery!” Well, not true. The doctor is about our age, but I guess Manuel and I were also amazingly old 15 years ago.

My doctor is Persian. (He doesn’t say “Iranian,” he says “Persian.” So be it. And he speaks Farsi. He has a Peruvian girlfriend, and we all we used to go out for dinner together.) He came into the little room and said, pointing to Manuel: “And this is Dr. Díaz, a pioneer in the USA on leukemia research.” There was a little pause, and I felt Manuel and I had both been forgiven for our lousy “Mexican” accents. Now we were “white” too.

We each took turns sharing something about ourselves, and we found out we were all nicely educated folks. The she-Nose sitting next to me, said in a low voice: “Well, are we surrounded by geniuses?” “Oh, big whoop! Fuck ‘em,” I said, with my usual tender tongue. “You’re right,” said the Nose. We all knew that what brought us together was cancer, and I started to feel all these people were actually three dimensional.

The Ear was an 88 year old retired doctor, with a weird sense of humor. He had seen it all, and was pretty philosophical about this new “episode.” His helper was his engineer son, whose hobby is flying remote control airplanes, as well as real Cessnas. The Ear was the first one to get a clean bill of health after 4 hours, and therefore was free to go after being properly sewn. But he has to come back soon, cuz there were two more pieces of something floating somewhere else on his face, and they will have to go. We applauded when he was allowed to leave. Hugs and kisses galore—carefully avoiding his bandaged ear.

The Temple was a slightly younger man (I mean, less than 60, let’s not get too excited)—an engineer with an Asian wife. (She never told us what she did.) He proudly showed us his right ear, so elegantly put together a while back in such a nice shape, he said, that he wanted a cancer on his other ear too, so it could be redone and look as pretty as the fabricated one. (Some gallows humor is encouraged in this situation). But his bad luck got him a piece of crap on his left temple, and of course the gauze packing was there. The Temple and his wife told us they liked to hike and climb mountains during the winter. Crazy! He was the second one to leave, totally cured, for now.

The Nose was a woman (a lawyer), and I immediate took a liking to her, although I’m not sure why. She had started with a tiny little red pimple, but she was called in 4times to remove more bits and pieces, deeper and deeper.

Finally they told me I could go in for my finishing stitches cuz my last slice was clean, but they told her she needed plastic surgery because half of her nose was now gone. The plastic surgeon was waiting for her; they wanted to do everything right there and then. (Remember? Did I mention we all had good insurance?)

In the meantime, Manuel and the Nose’s husband, a previously shy financial economist, were chatting more than I thought either of them could ever chat. The Nose’s husband works at UIC and IIT, and he said Gastón’s time in Uruguay will earn him a lot of points when he applies to graduate school (if he ever does), and that knowing a second language, especially Spanish, will earn him even more points. He said they really take strange stuff into account when reviewing student applications, and Gastón could come to talk to him about it if he wanted to. I wondered how Gastón would introduce himself. “Hi, I’m the son of The Cheek who was sitting next to The Nose at the…” Nope, it doesn’t sound quite polite enough.

And that was that. The four of us, “The Brotherhood of the Maimed” (as Manuel decided to call us) we are cancer-free, and already cursing the stitches on our faces as if that were really important.

2009 - La hermandad de los mutilados (castellano)

Despedida a un carcinoma. Enero 17, 2009
La Hermandad de los Mutilados.

Tengo el ojo derecho todavía medio cerrado e hinchado, y una flor de bola de gasa empaquetada que me puedo sacar dentro de un rato para empezar las curaciones. La bola de gasa, por supuesto, contiene un sapo con la barriga abierta en cruz, preparado por un shaman maya en noche de luna llena. De otro modo, habría que confiar solamente en la ciencia y tan idiota no soy.

Manuel salió a comprar los adminículos indicados para el asunto que consisten entre otras cosas en un tarro de vaselina (sí, yo también pensé que era un mal chiste sexual, pero no, es lo que me tengo que poner sobre la herida para que no se me peguen las gasas).
Dentro de 5 días me sacan los puntos y ahí veré si quedé como Frankestein o Scarface. Uno de dos. Pero la última vez que me llamaron a la sala de tortura, donde había 5 médicos munidos de filosos cuchillitos (a lo Italo Calvino), sacaron un cacho que declararon limpio, o sea no más cáncer.

Van sacando tajadas, de a poco, para no destruir más de lo necesario. Inmediatamente la tajada va a patólogo que tiñe, congela, y lee lo que puede, para ver si todavía hay, o no hay más.

Como ese trabajito demora 1 hora, en el intermedio musical te mandan a una pequeña habitación de espera (básicamente, el placard de los útiles de limpieza, dado que los arquitectos no previeron la necesidad de esa sala), donde juntan a los 4 cancerosos diarios y sus acompañantes. La habitación tiene 7 sillas y después de dar vueltas, cuando para la música, el que no consiguió silla pasa al cirujano.\

O sea que éramos 8 personas, totalmente desconocidas entre sí, pero unidas por un bien común lo que generó un ambiente de lo más interesante. Éramos todos blancos, cosa que no significa nada para los uruguayos, pero acá no es normal. Entre otras cosas, significa que todos los de ese grupo teníamos seguro de salud y que nos tratarían muy cuidadosamente. Muy diferente la cosa.

El cirujano era un viejo amigo con quien solíamos salir a comer porque tenía una novia peruana, colega de Manuel. Tiene esa misma novia desde hace 20 años.
El Dr. se llama Soltani (o sea ‘sultán) y es persa. Él no dice ‘iraní’, dice ‘persa’ y habla farsi. Así es. Además en los ratos libres estudia idiomas. Tomo un curso mío en la Universidad hace muchos años (lejos el mejor alumno que tuve. Una maravilla) y después de eso estudió francés e italiano, para poder viajar. También fue el que le removió unos lunares a Flora hace unos 15 años. Flora se preocupó al saber que ése era mi cirujano y dijo ‘¿Qué? ¡Si ya era viejo cuando me atendió a mí!” Claro, seguramente nosotros también, hace 15 años, ya éramos viejos.

El cirujano se portó muy bien y entró varias veces al placard a darnos ánimos y a aclarar que nadie se moriría de eso. Como viejo amigo, presentó a Manuel a los demás como “éste es el Dr.Díaz, uno de los científicos más importantes de los EEUU en investigación en leucemias”. Hubo una reacción que no sé si fue racismo o precisamente lo opuesto, porque tal vez nadie hasta ese momento quería decir a qué se dedicaba, para no hacer pasar vergüenza al pobre mexicano al lado mío, que seguramente era limpiador de supermercado. Tan pronto como el cirujano aclaró las credenciales de Manuel, inmediatamente nos perdonaron el españolísimo acento que tenemos y pasamos a ser, definitivamente, blancos.

A cada rato volvía alguno de los nuestros con un paquete de gasa cada vez más grande y salía otro rumbo al matadero. Éramos una Oreja, una Sien, una Nariz y una Mejilla. La Mejilla era yo.

La Oreja era un médico de 88 años, retirado, que se las sabía todas. Gran humor. Estaba con su hijo ingeniero, cuyo hobby era el de manejar avioncitos a control remoto y subirse a un Cessna de verdad, de vez en cuando. Cuando dieron al padre por bueno y le dijeron que se podía ir, aplaudimos. Últimas costuras y nos despedimos a los besos.

La Sien era un ingeniero bastante joven (digamos, de menos de 60 años, no exageremos) que ya tenía toda una oreja reconstruida. Le quedó tan linda que ahora quería tener un cáncer en la otra, para que se la dejaran igual a la primera. Pero no tuvo esa suerte. Le salió en la sien. Su mujer es asiática (no sabemos de dónde ni a qué se dedica. Mutismo total) y el hobby de ellos es escalar montañas en invierno. Gran pedo.

La Nariz era una mujer que me cayó muy bien enseguida, no sé por qué. Pasó al matadero 4 veces, porque ese mini-puntito que tenía en la nariz resultó más profundo de lo esperado. Cuando al fin a mí me dio un resultado limpio y me emprolijaron con punto cruz, la Nariz tuvo que ir a la sala de Corte y Confección, donde le iban a reconstruir toda la mitad que le habían sacado. El cirujano plástico estaba ahí, a la espera, y le harían todo en ese momento. ¿Ya dije que todos teníamos un buen seguro de salud, no?

Cuando me dieron por liquidada volví al placard y allí, el marido de la Nariz, un tímido economista, estaba de gran charla con Manuel, hablando de temas que nunca pensé que Manuel discutiría con un desconocido: el futuro de Gastón. El economista es profesor en dos universidades y explicó que el viaje a Uruguay que se está mandando el muchacho le daría muchos puntos a favor durante la selección de estudiantes en las universidades donde Gastón mande algún día los formularios de aplicación.

Y si Gastón quiere, cuando venga por acá puede ir a verlo, dijo. Me intriga cómo se presentaría. “Buenos días, soy el hijo de la Mejilla que estaba con la Nariz el día aquel”. Mmm. Raro.
Pero ahora todo ya pasó, y llegó el momento de putear por la herida y la velocidad de cicatrización, como si eso fuera realmente importante y necesario para seguir viviendo.

2009 - de reencuentros con el idish

De mis reencuentros con el idish. (Octubre 2009)
El fin de semana pasado fui a la Gran Siete a ver un espectáculo dado por una historiadora lituana, con excelente voz. O sea que era ella, su guitarra, y explicaciones sobre los orígenes y usos de viejas canciones portentosas en el gueto de Vilna. Y enseguida el canto, con una espléndida voz de llanto perpetuo.

Fui con una amiga, ex – gordita que hace un par de años pasó por una cirugía bariátrica estupenda, por lo que ahora pesa más o menos lo mismo que yo (eso significa que ninguna de las dos está en la categoría en la que la gente se imagina el uso de la palabra ‘sílfide’).

El acto fue en el Museo del Holocausto, en Chicago. Ya el nombre aclara quienes compondrían el público. Y no solamente la etnia, sino también la edad. Como será ese público, que mi amiga y yo estamos en la categoría de ‘sheyne méydalakh’ (‘lindas chiquilinas’, o algo así). Triste la cosa.

Empezaba a las 13:30, - aquí tengo que dar un rodeo para explicar la razón de ese horario, que solamente se considera razonable después de muchos años en los EEUU, rodeados de gente de más de 65 años de edad. Los restaurantes hacen el 50% de descuento a los jubilados, siempre y cuando entren a cenar antes de las 16:30. Este público era exactamente el adecuado para tal metsíe. Las próstatas y vejigas, además, obligan a que esos conciertos no puedan ser de más de una hora y media, de modo que a las 15:00 todos ya están subiendo a sus respectivos autos y pronto estacionarán en los lugares para discapacitados que obligatoriamente tiene todo restaurante.

Extrañamente, con el cartelito en el auto que tiene el logo de una silla de ruedas con una cabeza arriba, tampoco tienen que poner moneditas en los parquímetros, cosa dudosa porque ser viejo y discapacitado no significa automáticamente ‘pobre’, sino a veces todo lo contrario.  Mi vecino, (Kaganove), con problemas de salud, tiene uno de esos cartelitos que cuelga en el auto para poder estacionar cerca de las puertas de entrada en todos los lugares que tienen lugar para estacionamiento y así no tener que caminar mucho. Bueno, que me gusta salir con mi vecina, la esposa del enclenque. Ella es la fiera de 77 años que me hace ir a gimnasia y boxeo dos veces por semana. Pero cuando salimos juntas y llegamos al lugar de las compras, inmediatamente esgrime el tal cartelito, estaciona tan cerca como sea posible y yo tiernamente la ayudo a bajar mientras ella renguea para el público en forma totalmente desenvuelta. Pero creo que me fui del tema. Volvamos al concierto.

Los mandamases del museo no abrieron las puertas hasta las 13 hs a pesar de saber que la gente llegaría muchísimo más temprano – los judíos no son demorones. El salón es como para 300 personas y las entradas se habían agotado hacía ya tiempo. Eso significa que hubo una larga cola de interesados que se iban colocando y empujando de acuerdo a sus necesidades específicas.

Adelante se metían los de los bastones (14, contados uno por uno). Después las muletas y andadores (2 y 8 respectivamente). Algunos andadores están especialmente equipados con una especie de asiento que se baja en caso de necesidad. La pelea surgió debido a los tanques de oxígeno (5), que por alguna razón se sienten con derecho a pasar antes que otros discapacitados. Las sillas de ruedas (7) quedaron para el final, porque total, no necesitan butacas. Nosotras quedamos por el medio.

La gente empezó a entrar al salón apenas abrieron, pero creo que decir ‘tromba’ sería totalmente inadecuado. Pocas veces vi a tanta gente apurándose con tal lentitud. A codazos, naturalmente, y a los gritos, pero en fila lenta y pertinaz.
Se llenó inmediatamente, con gente afuera gritando que no hay derecho, que las entradas agotadas no tenían sentido y que debían dejar entrar a quienquiera que hubiera venido. Y ganaron. O sea que cada uno se sentó donde pudo y los más audaces fueron, quejándose (‘oy vey’, por supuesto) a sentarse en las escaleras, que debieron compartir con las sillas de ruedas.

La cosa empezó algo aburrida, con las eternas charlas de los directores de la institución y los elogios proverbiales a la tan conocida historiadora-cantante (María Krupoves). Antes de pasarle a ella el micrófono, se pidió lo que ahora ya es de rigor “Por favor, pasemos a escuchar la orquesta de teléfonos apagándose, así no joden después”. En todos lados hacen ese pedido, más o menos con esas palabras. Ahí también agregaron: “Si creen que van a necesitar caramelos envueltos en celofán, por favor ábranlos ahora y no durante el concierto”. Huelga aclarar que se oyó ruido a caramelo por todos lados. Y al acomodo de dentaduras para poder disfrutar de esos caramelos. Los aparatos para sordos se ajustaron en las orejas, las pelucas rubias o pelirrojas se acomodaron. Nadie se animó a pedir que los tanques de oxígeno se apagaran, por lo que a cada tantos segundos se escuchaba el ffffzzzzzzzzz respectivo, desde varios lugares del salón.

La mujer cantaba realmente muy bien. Todo en idish, claro. Y explicó (en inglés) los varios procesos políticos de Lituania y el ghetto de Vilna que llevaron a crear esas canciones, casi todas conocidas. Y al final, por supuesto, el Himno de los Partizaner (Zog nit keymol) para el cual ella solicitó la participación del público. La gente empezó a cantar y, de a pocos por vez, a levantarse lentamente de sus asientos, y casi todos parados al final, cantando a voz en cuello. Solamente no se pararon los paralíticos. Fue uno de esos momentos emocionantes, de los cuales me río cuando ando cínica, pero se me anuda la garganta cuando no.

En realidad, tengo algunos comentarios.
a) La gente de más de 80 años NO debería cantar. Nunca. Los graznidos le quitan seriedad al asunto.
b) Los que NO saben la letra, tampoco deberían cantar, y muchos menos incluir palabras irrelevantes en idish en los lugares donde la memoria falla.
c) Es aceptable cambiar el sentido de las palabras en idish, y decir algo que suene parecido en inglés, como ‘un oyf farzamen vet di zun in der kayor, vi a parol zol geyn dos lid fun ‘door to door’”.
d) En caso de no saber la letra, se permite tararear con mucha fuerza.

En un momento miré alrededor y me di cuenta que cuando yo sea vieja no voy a poder ir a ningún lado a escuchar ese reconfortante idioma, ya que no habrá gente que lo recuerde y lo use. O sea que mejor lo persigo ahora.
Este mes es el Festival de las Humanidades en Chicago, y este año está dedicado al humor en idish. Hay unas 12 presentaciones diferentes, en varios lugares de la ciudad. Así que a correr de un lugar a otro. No queda mucho tiempo.

1990 - de mis ancestros

Hace unos 20 años escribí algo sobre la flia. de mi mamá, pero no sé ni qué. Lo hice en una carta - escrita a mano, ¡horror! - a unos amigos en México, por lo que no tengo copia fiel. Así que ahora, con casi todos los familiares nombrados ya muertos, trataré de recuperarla. Escribo rápido, casi sin corregir, porque si no, ya sé que no lo voy a hacer más...

Flia. Steinberg:
Padre maestro (melamed), madre triste, varios hijos: 4 hermanos y 1 hermana. Historia corta. Murieron todos – menos mi papá- en las cámaras de gas del campo de concentración cercano a su pueblo.

Flia. Kolodna:
Mi mamá nació por ahí, en Brezne. Eran 4 hermanas y 1 hermano. La madre de ellos murió en el sexto parto, dejando al padre con 5 chiquilines entre 4 y 12 años de edad. En el pueblo donde vivían, eso no quedaba así nomás. Rápidamente lo casaron con alguien que no había logrado marido por ser una típica madrastra de Cenicienta, fea y mala. De ese casamiento nació una nena, que la hermana mayor de mi mamá tenía que cargar constantemente en los hombros, por órdenes y latigazos de su nueva madrastra.

Los 5 hermanos, apenas pudieron crecer y trabajar, y tan pronto como el padre murió, rajaron. Dejaron a la madrastra y la nena solas, y nunca más supieron ni quisieron saber de ellas.

En cierto momento, se fueron los cinco a Varsovia. Vivían más o menos bien, todos en una habitación, y mi mamá tejía y cosía para algunas boutiques. De golpe vino la caída del peso y quedaron sin nada. Decidieron irse a Sudamérica. No se sabe por qué, eligieron Uruguay. Era 1926 o 27.

Como no tenían plata para pasajes para los 5, fueron solamente 3 (las 2 hermanas mayores más el varón, para defenderlas). El barco holandés servía comidas de las cuales ellos solamente pudieron tragar el queso. El resto, imposible.
A la media hora de llegar a Mdeo., los 3 consiguieron trabajo. Las otras dos hermanas que habían quedado atrás, viajaron un año más tarde con plata que les mandaron desde Uruguay. Mi tío era Kolodni y las mujeres Kolodna.
De aquí en más, mi madre y tías serán conocidas como "las Kolodna", el terror de los médicos de la Mutualista. (Mutualista Israelita del Uruguay).

Mi tía la mayor, la Tía Pola, era mi adoración. Siempre se reía, era gordita, trabajaba como una bestia de planchadora en una fábrica de pullovers y se casó con un señor del cual se divorció unos años más tarde. Volvió a casarse con otro, tuvieron una hija (Herita) y siete años más tarde el hombre se tiró bajo un tren, ‘gracias a la buena vida que Pola le daba’, a decires de mi madre y las hermanas restantes. Ya viuda, tuvo que arreglárselas para criar a mi prima. Mi prima era una bomba, preciosa. Quiso estudiar enfermería pero mi tía no la dejó ‘porque todo el mundo sabe que las enfermeras se acuestan con los médicos’. Entonces mi prima dijo ‘Escuela de Arte Dramático en el Solís’. Eso mi tía lo aceptó como bueno, y sobre todo como un seguro de virginidad hasta el matrimonio.

Pasó el tiempo y dado que su hija ya había llegado a un pozo sexual, mi tía perdió el entusiasmo por la vida. Por suerte, al fin la muchacha sentó cabeza, conoció a alguien y se casó. Eso hizo que mi tía se instalara en mi casa, porque cómo la iban a dejar sola. O sea que la heredamos.

El suicidio de su marido y la carrera de su hija la llevaron a un estado de amargura general. Más bien era furia. No se pudo consolar. Subía a casa de mi hermana a mirar televisión y recuerdo que en una película, una mujer casada se besa con otro. El marido entra y le quiere romper la cara al tipo. Mi tía se levantó furiosa, con el puño en alto y gritó: “¡a él no! a ella, a esa yegvamierda la tenés que matar !!!"
Si, su palabra favorita era ‘yegvamierda’, todo junto.

Entre otros detalles, se le habían caído todos los dientes. Le quedaba uno, y ella decía que si tiraba un poquito así, se le salía, pero como era el último le daba lástima...
Con el tiempo empeoró del oído y del mal humor. Por alguna razón se le daba por atender el teléfono cuando llamaban clientes de mi papá a ver si el reloj que habían dejado para arreglar estaba pronto. Como mi tía no oía bien, y no tenía ni la menor idea de los nombres de los clientes, se enfurecía con esas llamadas. Y gritaba en el tubo: “¡¡¡vos no te metas conmigo!!! ¡¡¡Yo soy fabriquera de FUNSA !!!”

Nunca supimos de dónde lo sacó. Jamás trabajó en Funsa, ni qué fama tenían las mujeres que trabajaban ahí, ni por qué mi tía las tenía como el arquetipo de la dureza del mundo. Mi papá tenía que llamar después a los clientes por teléfono, a pedirles disculpas por los disparates de mi tía.

Mi prima de mientras se había hecho Tupa y andaba por ahí haciendo no sabemos qué. El hecho es que cayó presa y mi tía NUNCA la fue a visitar. Decía que era una vergüenza tener una hija presa y que en su familia eso no podía pasar. Y punto. Mi papá y yo tuvimos que anotarnos como únicos parientes y la íbamos a visitar a un lugar muy lejos (no recuerdo el nombre), cada 15 días. En 1978, mi papá logró que la sentaran en un avión sueco y allí marchó. Mi tía mucho después murió, sin siquiera preguntar dónde estaba su hija.

Mi tía la segunda, no era mi tía sino mi madre. Marim Rivke, o sea Miriam Regina o María Rebeca. Pudo elegir. Se quedó con Regina.
Largas historias de manías y huesos rotos. Todo era culpa de los demás. Cada dos por tres se enteraba que mi papá tenía alguna novia por ahí y ella entraba a los gritos en el Zhitlovsky, pidiéndole cuentas de lo que había hecho. Mi viejo se las aguantó, no sabemos cómo y logró ser el único marido de una Kolodna que sobrevivió a su mujer. Duro era el viejo...

Ella siempre fue muy sincera. Desde chiquita me recordaba a diario que no había tenido ni la menor intención de dejarme nacer. Que tuvo a mi hermana en 1930 y eso había sido suficiente. Mi hermana en ese momento ya tenía casi 15 años y otro bebé no estaba en los planes. No tuvo otra opción pero más tarde, demasiado a menudo, me recordaba que yo no tendría que haber existido. Eso siempre me sirvió para sentirme segura de mí misma...

Algunas de sus historias pasaron a tener vida propia. Cierta pelea en la aduana de Buenos Aires, porque no tenían un cierto papelito, terminó con mi madre sentada en un taburete, abanicándose con la dentadura postiza.
La visita a un médico (me obligaba a ir con ella) era con ella llevando una listita de todas sus enfermedades y terminaba con la palabra ‘corazón’. El médico respiró hondo, y le dijo que ella en realidad nos enterraría a todos. Ella, furiosa. El médico, (Mutualista Israelita del Uruguay, o sea que todos, médicos y pacientes, se conocían perfectamente bien) la miró y le dijo: “¿Ud quiere que le mande un electrocardiograma?” Mi madre lo miró fijo, con cara de odio. “Ufa, bueno, mire, si quiere, aquí le receto un electrocardiograma”. Le dio la receta, mi madre salió arrastrándome por detrás frente a todos los pacientes que ese día estaban reunidos en el salón central. Mi madre tenía una cara de ‘ésas’. ‘Qué pasó? qué dijo el médico?’ preguntaron todos. Con voz mortecina, mi madre declaró: “Ah, (suspiro hondo, estilo judío), ya me mandaron un electrocardiograma...”
Todos la abrazaron y besaron, y ella quedó contenta. Yo, rabiosa. Otras historias aparecerán en otro momento. (La del electrocardiograma está en el blog, más adelante)

Mi tía la tercera, Ioje la Suertuda, casó con hombre bueno (mi tío favorito). ¿Qué significa? que era un Santo Varón, peluquero, que la trataba bien. Tuvieron una hija, que fue adorada por sus padres. ¿Qué castigo le puede mandar Dios a una mujer con suerte? Obvio, la hija quedó solterona. Nunca se le conoció novio ni novia. Trabajaba, se mantenía correctamente y vivía con sus padres. Cuando el padre murió, se mudaron a una linda casa en el Parque de los Aliados y de allí a Pocitos, a un apto. con vista al mar. Pero mi prima siguió sin casarse, y eso le amargó a Ioje la vida. Se pasó la vida tratando de conseguirle candidato, pero sin frutos. Al fin murió, cerca de los 90 años.

Mi tía la cuarta tampoco fue mi tía. Fue mi tío. Iosl, se llamaba. Era el único varón entre todas esas brujas, lo cual le entorpeció algo la vida. Era carpintero y le iba bien. Pero ¿qué hizo el hijo de puta? se casó con una rubia.
Ya sé que esto no parece importante, pero, en una flia. en la cual todos parecían venir directamente de pasar años caminando por el desierto, pelo negro, ojos oscuros, piel marroncita, una rubia no era aceptable. Y no solamente rubia, sino lituana. Para los polacos, los lituanos son gente poco respetable. Rivke, se llamaba. Igual que mi mamá. O sea que la mujer de mi tío pasó a llamarse ‘Rivke di guele’, o sea Rivke-la-amarilla, en contraposición a mi madre, de quien no se decía nada acerca del color.

Mi tía Rivke, buena gente. La menos maniática que conocí. Siempre aceptó la vida como algo bueno. Tuvieron una hija, Beba, muy linda y simpática. Gracias a la carpintería de mi tío tuvieron una vida bastante más aliviada que las otras Kolodna. Y Rivke di guele no tenía miedo de gastar un poco más. Para el aniversario de casados de 30 años, la hija de puta hizo algo que todas las hermanas jamás dejaron de comentar: ¡compró sábanas nuevas !!!! y las hizo bordar !!!

Las brujas se juntaron a chillar, furiosas, por ese desperdicio de dinero invertido en sábanas, ni más ni menos, cuando las de hacía 30 años todavía estaban en perfecto estado. “Lo van a matar del corazón”, dijeron las brujas, refiriéndose a mi tío Iosl. Y así fue. Antes de los 80, mi tío murió. “Dios se lleva a los más buenos antes que a nadie”, dijeron las hechiceras y siguieron viviendo hasta pasados los 90.

Mi tía la menor, Shifke, fue un personaje trágico. Se casó con un sastre, tipo tranquilo. Tuvo un hijo varón, el único varón entre 7 primas. O sea que se sabía que eso no podía terminar bien. Nadie lo decía, pero se esperaba una desgracia. También tuvo una hija, Coca, que ahora vive en Buenos Aires.
Cada vez que la íbamos a visitar, mi tía me besaba. Digamos, la gente besa. Ella no. Ella chupaba y me daba vuelta con los intestinos para afuera. Me daba un asco feroz. Tanto que ella misma venía con un algodoncito con alcohol para que me limpiara de la cara la baba restante.

Cuando mi primo tenía 13 años estaba jugando como siempre a la pelota en la vereda, donde una pared dividía su trozo de vereda de la de la entrada de un garaje al lado. Un camionero entró, chocó contra la pared que se destruyó, cayéndole a mi primo en la cabeza. Nunca oí llorar tanto y tan desesperadamente. Mi tía nunca se recuperó. El médico le recomendó tener otro hijo, que por supuesto fue hija, con lo que se aseguraba que no le sucedería ninguna desgracia. Ella siguió yendo al cementerio todos los domingos, a visitar la tumba del hijo. Escuchaba entonces la radio idish durante la semana y cuando alguien moría llegaban los avisos fúnebres que empezaban con un canto en hebreo. Aunque ella no conociera a la persona ni a la flia. del muerto, iba al cementerio igual, a ayudar a llorar. Pobre tía. Ni para chistes da esta historia. Y nunca se olvidó de recordarle a sus hermanas que ella había tenido el único varón de la familia.

Bueno, creo que para árbol genealógico alcanza. Si tienen algún interés, seguiré escribiendo historias de familia...

un beso
elisa

1977 - Papelito blanco (con pequeños cambios).

29 de julio 1977 / segunda versión del 08 / Esta es versión Oct.09, con algunos arreglos en diciembre 2010.

Visita de mis padres a Buenos Aires:
Llegaron a Buenos Aires en avión, aparecieron muy, muy viejos, mi papá con el pelo blanquísimo y la misma cara de constante curiosidad, mi mamá debajo de un espantoso y encasquetado sombrero de nutria.
No nos veíamos desde hacía un año y 4 meses, todos muy contentos. Yo andaba estrenando marido nuevo y con un embarazo notoriamente avanzado. Considerando que un año antes no teníamos ni para comer y ahora teníamos auto y embarazo, quedaba claro que intentábamos convencer a mis viejos que nadábamos en la abundancia.

Manuel fue a buscar el grandioso coche al estacionamiento de Aeroparque, lo acercó, y mi santa madre lo señala y dice “¿Ese es el auto?”. Muy orgullosamente dije que sí. –“ Mmm, bastante sucio, eh?” declaró mientras le pasaba un dedo por el techo totalmente mugriento.

Evito anecdotario intermedio, por absurdo. Incluye entre otras cosas, el hotel que habíamos encontrado cerca de casa, que resultó un hotel por horas, por lo que mi madre no pudo dormir durante las dos noches que estuvieron, por las risas provenientes de los cuartos vecinos.

Vino a casa, revisó los cajones, las ollas, etc. Rompió las bolas tres días, con quejas de todo tipo. No quería ir a lo de mi prima Coca porque los tres hijos hacían ruido, no quiso ir más de una vez a lo de mi tía Shifke porque ella miraba TV, no podía viajar en auto ni en taxi por los mareos, ni caminar porque le costaba, ni ir al parque porque hacía frío, ni ir al cine o al teatro porque estaba sorda.

Al fin llegó el día de irse, pero nada es sencillo. El avíón salía de Aeroparque a las 18:15, teníamos que estar allá a las 17:15 y para eso salir en taxi del hotel a las 16:45. Llegué al hotel a recogerlos a las 16 (tres cuartos de hora antes de lo combinado) y ya estaban en la puerta con gesto apresurado, protestando por mi demora.
Llegamos a las 16:30 al mostrador de Aerolíneas. Presentan pasajes, cédulas y escucho que les piden el ‘papelito blanco’ de entrada al país. Mi padre mira al empleado e inocentemente pregunta: “¿Qué papelito blanco?” Le explican que es algo que les dieron al llegar, cuando pasaron por la Aduana. “¿Qué aduana?”, pregunta mi padre.

Empecé a sentir una cierta sofocación, mientras mi padre explicaba que no vio ninguna aduana, que vio por ahí el bolso de ellos, lo agarró y salió sin que nadie los detuviera. “Ah, arréglense con el inspector de Migración”, dijo el solícito funcionario.
Estaban ampliando Aeroparque, que ahora mide 3 cuadras y tiene infinitos recovecos. Aerolíneas queda en una punta y el inspector de Migración en la otra.
Allá fuimos y encontramos una especie de oficinita en remodelación, llena de polvo y con muy pocos muebles. En realidad había una mesa de cocina y una sola silla. Le explicamos el problema al hombre, que no quería entender razones y se negó rotundamente a darles permiso de salida diciendo ‘entrada ilegal, clandestinos’, etc. Yo le dije que mirara bien a los acusados, de 77 y 76 años de edad, que seguramente no habían cruzado a nado el Río de la Plata, que ellos no tenían la culpa de que, en medio de la construcción, el mostrador de aduanas hubiera quedado a un costado, que ya estábamos bastante nerviosos y que por favor sugiriera alguna solución. Mi madre me escuchó y diplomáticamente dijo “Si quiere plata, diga cuánta y basta!”
Casi reviento, el inspector se enfureció, mi madre empezó a gritarle a mi padre en idish, entendiéndose solamente ‘papelito blanco, no hay papelito blanco, tenés que tener papelito blanco’ en medio de una inimitable serie de graznidos.

El inspector miraba aterrorizado y mi madre dándose vuelta, anunció triunfalmente: "Voy a tener un infarto. ¡Y ahora también se me secó la boca!” Y agitando un dedo acusador en dirección al pobre hombre, prosiguió: “…y usted sabe que sufro un poco del corazón. Sí señor, ¡sufro!" – y lo decía mientras nos echaba una mirada de odio, porque sabía que ni mi papá ni yo se lo creíamos. De paso, se sentó en la única silla.

A mí también se me secó la boca, pero ella resolvió su problema con más facilidad, porque ahí mismo procedió a retirarse la dentadura de arriba y a abanicarse con el paladar; mi padre se mesaba los cabellos, yo me tuve que dar vuelta para no reírme, risa que se me cortó cuando me imaginé un futuro en el cual mi madre estaría en la sala de partos, diciéndome ‘Así nunca te va a salir’. El inspector miraba fijamente hacia el infinito, dudando de su elección de carrera.

Ya llamaban para subir al avión y entonces dijo: “Por ser dos personas nacidas en 1900 y 1901, bajo mi propia responsabilidad, los dejo salir”. Me apresuré a agradecerle infinitamente la sabia decisión, gran alivio general, gran multa para Aerolíneas, y fueron los primeros en subir al avión, pero no dejé de mirar la pista hasta un buen rato después que se fueron, temiendo ver aparecer una conocida figurita debajo de algún otro avión.

2000 - sueño celular

1-31-00 Sueño

Ah, terror. Anoche soñé, como siempre, pero por lo general me olvido. Esta vez me acordé.
Me había embarazado, digo, de probeta. Y me anunciaba una amiga, la que me ayudó en la peripecia, que iba a tener 5!!!!!
Pero ¿5 qué? Bue, que serían dos grandes y tres chiquitos, o sea que dos iban a ser teléfonos celulares y los otros tres, pagers nomás.

Y para peor llegó el parto que era como, digamos, cagar o algo así, y me dijeron que uno iba a ser a manchitas, gris y blanco, precioso, y que con ese podía quedarme si quería - yo no quería un celular, pero ante el entusiasmo no supe cómo decir que no -y los pagers eran como botones que estaban incrustados en, bue, ahí nomás, y había que meter los dedos y sacarlos de adentro cuando estuvieran prontos, pero que lo tenía que hacer yo misma. Con gran asco, los saqué. Los teléfonos salieron fácilmente, dada su forma alargada, pero ninguno era a manchitas gris y blanco, lo cual produjo gran confusión, dado que me habían instalado la combinación de dos, uno gris y uno blanco, pero el dato de las manchitas no había quedado claro, y no, salió algo a rayas, bastante feúcho el teléfono ese, pobre, pero un hijo es un hijo, supongo, aunque lo doné a quien lo quisiera. Y no me interesaron los pagers tampoco. La gente de alrededor me miraba con cara extrañada dada mi total falta de entusiasmo, que no iba más allá que decir, mirá vos, y ahí se me terminó el sueño. Gran alivio. No estoy como para tener más hijos.

Acepto interpretaciones. Por si acaso, los futuros pagers eran como forúnculos.

(No encuentro el mensaje de Jorge relacionado a este correo, pero era algo así como 'no estás conforme con tu manera de transmitir tus ideas al público, por lo que tenés que publicar un libro en serio'.
Me pareció excesivamente literal.)

2007 - A la búsqueda de identidades perdidas

A la búsqueda de alguna identidad que hace falta,supongo.

Hace como 10 o 12 años, en Lingüística, me hizo falta un grupo que hablara idish. No es que tuviera una real necesidad (o al menos eso creía), sino que mi excusa era necesitar hablantes para unas descripciones que estaba haciendo del idioma.

Como estoy en una vieja lista idish llamada Méndele, largué un mini-mensaje diciendo que vivo en Chicago y que estoy buscando ... eso. Inmediatamente me empezaron a llegar mensajes de gente desconocida de todas partes del mundo, anunciando que el primo de Yankl vivía en Chicago y que me llamaría. O que la hermana de Shloyme vivía ‘cerca de Chicago’ (o sea, a unas 3 horas de viaje). Peshke llamó personalmente para saludarme. A la hora empecé a recibir ya casi solamente llamadas telefónicas locales, auto-sugiriéndose personas que hablaban idish y se ofrecían a evacuar mis dudas.

Al rato llamó un buen hombre con una lista de lugares donde podría encontrar gente, y me invitaron a una reunión que se hacía (y se sigue haciendo) el segundo lunes de c/ mes, rotando casas de participantes. La mayoría de la colectividad vive en la zona más al norte, por lo que esas reuniones se hacen a más de una hora de mi casa. Empecé a ir, y encontré una fauna realmente interesante (digamos, internacionalmente interesante, ya que si no fuera porque hablaban inglés, no la podría diferenciar de mi gente en Mdeo.)

Lamentablemente, resulté ser de las más jovencitas del grupo. Ya todos tenían los 70 pasados, y el grupo estaba creciendo. El viejerío era sustancial. Y todos/as hablaban al mismo tiempo, cosa que me hizo sentir como en casa.

Mi primer día fue bastante agitado: todos con café descafeinado en una mano y babke en la otra, comían y hablaban al unísono. Las reuniones, como vi, consistían en lecturas y en que la dueña de casa sacara a relucir sus dotes culinarias. Y los religiosos tomaban tecito en vasos descartables, porque no todo era suficientemente kosher.

Cuando me presenté, una mujer, muy arrugada ella, dijo (en inglés, faltaba más) “¿por qué no hablás en tu ... em.... en tu propio ... em .... en tu propio idioma?” La miré con el ojo crítico (y el otro también) y aclaré que no entendí lo que quería decirme. Y ella, muy segura, me dijo: “¿pero no dijiste que naciste en Uruguay? Entonces ¿por qué no hablás… Ladino?”
En ese momento sentí una mano generosa que se apoyaba en la mía y era la mujer de al lado mío, bastante joven, de South Africa, que me estaba dando aliento. “No te preocupes”, me dijo, “cuando yo dije que era de Sudáfrica me dijeron: ¿pero por qué no sos negra?”

Pasaron ya todos estos años, el grupo se había extendido a 40 personas, se leía, se discutía la lectura, se comía y tomaba, se cantaba, todo en orden. Dada la cantidad de gente, ya no se pudo seguir haciendo en casas y conseguimos el salón de una biblioteca pública del barrio donde vive la mayoría. La macana es que ahora no llegamos ni a ser la mitad, gracias a la muerte de buena parte de los participantes. Es lo que no queremos ver y seguimos como si nadie se hubiera muerto. Y muchas veces dejan de venir, no por muerte, sino por tener que dejar de manejar, como sucedió con algunos personajes importantes en el grupo. Los Benimovich no solamente venían en auto sino que traían como a 4, pero dejaron de manejar por razones de salud - y órdenes del médico- y los pasajeros no pueden venir por su cuenta. No, no hay transporte colectivo. Esto es Chicago...


Hoy hubo reunión. La gente que queda ya se conoce bastante entre sí. El circo suele empezar con el sudafricano – que llega en bicicleta, con un espejito retrovisor enganchado en los lentes - torpemente expresando en un extraño idish su alegría por la gente que vino y la reunión sigue con alguien leyendo en voz alta un cuento o poema de su elección, de ser posible con transparencias para que podamos leer al mismo tiempo que escuchar, dado que los lectores ya no hablan idish más que en esas mismísimas reuniones y además, con los dialectos consabidos, la cosa se pone difícil. Hay café preparado y tortas diversas y esperamos ansiosamente la llegada de la hora de las canciones.

El rabino Stampfer se levanta y comienza con sus pedagógicas explicaciones de refranes judíos. Ese es el mismo rabino que entrevisté para mi disertación en ‘Entonación en idish’ y fue muy generoso con su tiempo, pero se negó a usar insultos – para un capítulo que me había pedido expresamente uno de mis profesores – porque “Nein, zey muzn nit visn! ” (o sea, que no quería que los goyim siquiera se enteraran que existen y se usan miles de insultos en idish). Y ahí se terminó mi interés en él.

La que dirige la parte de canciones es Sima Miller, famosa soprano, con muchos discos grabados, pero que lamentablemente también creció y envejeció y esa voz le sale ya ligeramente cascada, pero con tanto entusiasmo, que no podemos resistir.

Y está también Dorothea (ella quiere que la llamen Teddy), con una chirriante voz que irrita las espaldas. Tiene 84 años y es profesora de literatura en colleges, y se viste con zapatos de gimnasia, calcetines y polleras justas excesivamente cortas que le dejan al aire las várices y otras pestes. Y canta en voz bien alta, para terror de los que estamos cerca de ella.

Está también doña Mírele, que insiste en que su idish es mejor que el de todos los demás porque ella es profesora de hebreo (¡Como si …! se imaginan que tuve mi seria discusión con ella acerca de eso, pero no hay caso) y se ofende cuando lee alguien que no sea ella.

Y Susan, con una extraña pelada y pelos ralos alrededor, (prolijamente teñidos de rojo, faltaba más!) usando un sombrero que no es tal, sino que es un aro con visera para que no le moleste el sol, cosa que resalta más aún su pelada.

Y Peshke, que tiene una cara talle 52 sobre una calavera talle 36, y con los años fue perdiendo la grasita y ahora es como que le sobrara un montón de piel en la cara. Arrugadita está. A esa mujer la quiero.

Suelo sentarme con una argentina, apenas mayor que yo, pero bastante más encorvada. Hoy le noté la cara diferente. No me di cuenta qué era, pero le pregunté qué tenía de diferente (¿se acuerdan que entre judíos se puede hablar de detalles físicos? con americanos de la calle, no se puede) y aclaró que se había hecho cirugía de los ojos, porque no veía, no veía, hasta que su ojolista se enfermó y la atendió el hijo recién recibido, que le dijo: ¡Sra., con esos párpados caídos Ud. no puede ver nada. Y se tiene que operar! Y ahora, no solamente ve, sino que luce mucho más linda con los ojos al aire.

Las canciones llegan a emocionar. Extrañamente, no coinciden con las que cantábamos en Uruguay. Algunas porque son netamente estadounidenses (Di grine kuzine, que odio), con experiencias ya gringas, y otras porque las nuestras eran ma o meno izquierdistas, y las de acá, de ninguna manera!
Pero hay un núcleo de canciones, sabidas por todos, que es lindo escuchar y cantar.

Ahora se armó otro grupo de idish, como de 70 personas, que se reúnen en una librería de la zona Norte. Las librerías acá, además de ser grandes, tienen cafés y hasta habitaciones para reuniones. Es un fenómeno nuevo, ya bastante extendido. Y prestan las habitaciones, sabiendo que todos los participantes toman café y de paso compran libros, así, a la distraída...

Este relato me salió bastante soso, sin estructura, aunque quise contar cosas interesantes. Al menos, son interesantes para mí. En fin, nadie es perfecto.

elisa
julio 2007