Monday, December 27, 2010

1990 - de mis ancestros

Hace unos 20 años escribí algo sobre la flia. de mi mamá, pero no sé ni qué. Lo hice en una carta - escrita a mano, ¡horror! - a unos amigos en México, por lo que no tengo copia fiel. Así que ahora, con casi todos los familiares nombrados ya muertos, trataré de recuperarla. Escribo rápido, casi sin corregir, porque si no, ya sé que no lo voy a hacer más...

Flia. Steinberg:
Padre maestro (melamed), madre triste, varios hijos: 4 hermanos y 1 hermana. Historia corta. Murieron todos – menos mi papá- en las cámaras de gas del campo de concentración cercano a su pueblo.

Flia. Kolodna:
Mi mamá nació por ahí, en Brezne. Eran 4 hermanas y 1 hermano. La madre de ellos murió en el sexto parto, dejando al padre con 5 chiquilines entre 4 y 12 años de edad. En el pueblo donde vivían, eso no quedaba así nomás. Rápidamente lo casaron con alguien que no había logrado marido por ser una típica madrastra de Cenicienta, fea y mala. De ese casamiento nació una nena, que la hermana mayor de mi mamá tenía que cargar constantemente en los hombros, por órdenes y latigazos de su nueva madrastra.

Los 5 hermanos, apenas pudieron crecer y trabajar, y tan pronto como el padre murió, rajaron. Dejaron a la madrastra y la nena solas, y nunca más supieron ni quisieron saber de ellas.

En cierto momento, se fueron los cinco a Varsovia. Vivían más o menos bien, todos en una habitación, y mi mamá tejía y cosía para algunas boutiques. De golpe vino la caída del peso y quedaron sin nada. Decidieron irse a Sudamérica. No se sabe por qué, eligieron Uruguay. Era 1926 o 27.

Como no tenían plata para pasajes para los 5, fueron solamente 3 (las 2 hermanas mayores más el varón, para defenderlas). El barco holandés servía comidas de las cuales ellos solamente pudieron tragar el queso. El resto, imposible.
A la media hora de llegar a Mdeo., los 3 consiguieron trabajo. Las otras dos hermanas que habían quedado atrás, viajaron un año más tarde con plata que les mandaron desde Uruguay. Mi tío era Kolodni y las mujeres Kolodna.
De aquí en más, mi madre y tías serán conocidas como "las Kolodna", el terror de los médicos de la Mutualista. (Mutualista Israelita del Uruguay).

Mi tía la mayor, la Tía Pola, era mi adoración. Siempre se reía, era gordita, trabajaba como una bestia de planchadora en una fábrica de pullovers y se casó con un señor del cual se divorció unos años más tarde. Volvió a casarse con otro, tuvieron una hija (Herita) y siete años más tarde el hombre se tiró bajo un tren, ‘gracias a la buena vida que Pola le daba’, a decires de mi madre y las hermanas restantes. Ya viuda, tuvo que arreglárselas para criar a mi prima. Mi prima era una bomba, preciosa. Quiso estudiar enfermería pero mi tía no la dejó ‘porque todo el mundo sabe que las enfermeras se acuestan con los médicos’. Entonces mi prima dijo ‘Escuela de Arte Dramático en el Solís’. Eso mi tía lo aceptó como bueno, y sobre todo como un seguro de virginidad hasta el matrimonio.

Pasó el tiempo y dado que su hija ya había llegado a un pozo sexual, mi tía perdió el entusiasmo por la vida. Por suerte, al fin la muchacha sentó cabeza, conoció a alguien y se casó. Eso hizo que mi tía se instalara en mi casa, porque cómo la iban a dejar sola. O sea que la heredamos.

El suicidio de su marido y la carrera de su hija la llevaron a un estado de amargura general. Más bien era furia. No se pudo consolar. Subía a casa de mi hermana a mirar televisión y recuerdo que en una película, una mujer casada se besa con otro. El marido entra y le quiere romper la cara al tipo. Mi tía se levantó furiosa, con el puño en alto y gritó: “¡a él no! a ella, a esa yegvamierda la tenés que matar !!!"
Si, su palabra favorita era ‘yegvamierda’, todo junto.

Entre otros detalles, se le habían caído todos los dientes. Le quedaba uno, y ella decía que si tiraba un poquito así, se le salía, pero como era el último le daba lástima...
Con el tiempo empeoró del oído y del mal humor. Por alguna razón se le daba por atender el teléfono cuando llamaban clientes de mi papá a ver si el reloj que habían dejado para arreglar estaba pronto. Como mi tía no oía bien, y no tenía ni la menor idea de los nombres de los clientes, se enfurecía con esas llamadas. Y gritaba en el tubo: “¡¡¡vos no te metas conmigo!!! ¡¡¡Yo soy fabriquera de FUNSA !!!”

Nunca supimos de dónde lo sacó. Jamás trabajó en Funsa, ni qué fama tenían las mujeres que trabajaban ahí, ni por qué mi tía las tenía como el arquetipo de la dureza del mundo. Mi papá tenía que llamar después a los clientes por teléfono, a pedirles disculpas por los disparates de mi tía.

Mi prima de mientras se había hecho Tupa y andaba por ahí haciendo no sabemos qué. El hecho es que cayó presa y mi tía NUNCA la fue a visitar. Decía que era una vergüenza tener una hija presa y que en su familia eso no podía pasar. Y punto. Mi papá y yo tuvimos que anotarnos como únicos parientes y la íbamos a visitar a un lugar muy lejos (no recuerdo el nombre), cada 15 días. En 1978, mi papá logró que la sentaran en un avión sueco y allí marchó. Mi tía mucho después murió, sin siquiera preguntar dónde estaba su hija.

Mi tía la segunda, no era mi tía sino mi madre. Marim Rivke, o sea Miriam Regina o María Rebeca. Pudo elegir. Se quedó con Regina.
Largas historias de manías y huesos rotos. Todo era culpa de los demás. Cada dos por tres se enteraba que mi papá tenía alguna novia por ahí y ella entraba a los gritos en el Zhitlovsky, pidiéndole cuentas de lo que había hecho. Mi viejo se las aguantó, no sabemos cómo y logró ser el único marido de una Kolodna que sobrevivió a su mujer. Duro era el viejo...

Ella siempre fue muy sincera. Desde chiquita me recordaba a diario que no había tenido ni la menor intención de dejarme nacer. Que tuvo a mi hermana en 1930 y eso había sido suficiente. Mi hermana en ese momento ya tenía casi 15 años y otro bebé no estaba en los planes. No tuvo otra opción pero más tarde, demasiado a menudo, me recordaba que yo no tendría que haber existido. Eso siempre me sirvió para sentirme segura de mí misma...

Algunas de sus historias pasaron a tener vida propia. Cierta pelea en la aduana de Buenos Aires, porque no tenían un cierto papelito, terminó con mi madre sentada en un taburete, abanicándose con la dentadura postiza.
La visita a un médico (me obligaba a ir con ella) era con ella llevando una listita de todas sus enfermedades y terminaba con la palabra ‘corazón’. El médico respiró hondo, y le dijo que ella en realidad nos enterraría a todos. Ella, furiosa. El médico, (Mutualista Israelita del Uruguay, o sea que todos, médicos y pacientes, se conocían perfectamente bien) la miró y le dijo: “¿Ud quiere que le mande un electrocardiograma?” Mi madre lo miró fijo, con cara de odio. “Ufa, bueno, mire, si quiere, aquí le receto un electrocardiograma”. Le dio la receta, mi madre salió arrastrándome por detrás frente a todos los pacientes que ese día estaban reunidos en el salón central. Mi madre tenía una cara de ‘ésas’. ‘Qué pasó? qué dijo el médico?’ preguntaron todos. Con voz mortecina, mi madre declaró: “Ah, (suspiro hondo, estilo judío), ya me mandaron un electrocardiograma...”
Todos la abrazaron y besaron, y ella quedó contenta. Yo, rabiosa. Otras historias aparecerán en otro momento. (La del electrocardiograma está en el blog, más adelante)

Mi tía la tercera, Ioje la Suertuda, casó con hombre bueno (mi tío favorito). ¿Qué significa? que era un Santo Varón, peluquero, que la trataba bien. Tuvieron una hija, que fue adorada por sus padres. ¿Qué castigo le puede mandar Dios a una mujer con suerte? Obvio, la hija quedó solterona. Nunca se le conoció novio ni novia. Trabajaba, se mantenía correctamente y vivía con sus padres. Cuando el padre murió, se mudaron a una linda casa en el Parque de los Aliados y de allí a Pocitos, a un apto. con vista al mar. Pero mi prima siguió sin casarse, y eso le amargó a Ioje la vida. Se pasó la vida tratando de conseguirle candidato, pero sin frutos. Al fin murió, cerca de los 90 años.

Mi tía la cuarta tampoco fue mi tía. Fue mi tío. Iosl, se llamaba. Era el único varón entre todas esas brujas, lo cual le entorpeció algo la vida. Era carpintero y le iba bien. Pero ¿qué hizo el hijo de puta? se casó con una rubia.
Ya sé que esto no parece importante, pero, en una flia. en la cual todos parecían venir directamente de pasar años caminando por el desierto, pelo negro, ojos oscuros, piel marroncita, una rubia no era aceptable. Y no solamente rubia, sino lituana. Para los polacos, los lituanos son gente poco respetable. Rivke, se llamaba. Igual que mi mamá. O sea que la mujer de mi tío pasó a llamarse ‘Rivke di guele’, o sea Rivke-la-amarilla, en contraposición a mi madre, de quien no se decía nada acerca del color.

Mi tía Rivke, buena gente. La menos maniática que conocí. Siempre aceptó la vida como algo bueno. Tuvieron una hija, Beba, muy linda y simpática. Gracias a la carpintería de mi tío tuvieron una vida bastante más aliviada que las otras Kolodna. Y Rivke di guele no tenía miedo de gastar un poco más. Para el aniversario de casados de 30 años, la hija de puta hizo algo que todas las hermanas jamás dejaron de comentar: ¡compró sábanas nuevas !!!! y las hizo bordar !!!

Las brujas se juntaron a chillar, furiosas, por ese desperdicio de dinero invertido en sábanas, ni más ni menos, cuando las de hacía 30 años todavía estaban en perfecto estado. “Lo van a matar del corazón”, dijeron las brujas, refiriéndose a mi tío Iosl. Y así fue. Antes de los 80, mi tío murió. “Dios se lleva a los más buenos antes que a nadie”, dijeron las hechiceras y siguieron viviendo hasta pasados los 90.

Mi tía la menor, Shifke, fue un personaje trágico. Se casó con un sastre, tipo tranquilo. Tuvo un hijo varón, el único varón entre 7 primas. O sea que se sabía que eso no podía terminar bien. Nadie lo decía, pero se esperaba una desgracia. También tuvo una hija, Coca, que ahora vive en Buenos Aires.
Cada vez que la íbamos a visitar, mi tía me besaba. Digamos, la gente besa. Ella no. Ella chupaba y me daba vuelta con los intestinos para afuera. Me daba un asco feroz. Tanto que ella misma venía con un algodoncito con alcohol para que me limpiara de la cara la baba restante.

Cuando mi primo tenía 13 años estaba jugando como siempre a la pelota en la vereda, donde una pared dividía su trozo de vereda de la de la entrada de un garaje al lado. Un camionero entró, chocó contra la pared que se destruyó, cayéndole a mi primo en la cabeza. Nunca oí llorar tanto y tan desesperadamente. Mi tía nunca se recuperó. El médico le recomendó tener otro hijo, que por supuesto fue hija, con lo que se aseguraba que no le sucedería ninguna desgracia. Ella siguió yendo al cementerio todos los domingos, a visitar la tumba del hijo. Escuchaba entonces la radio idish durante la semana y cuando alguien moría llegaban los avisos fúnebres que empezaban con un canto en hebreo. Aunque ella no conociera a la persona ni a la flia. del muerto, iba al cementerio igual, a ayudar a llorar. Pobre tía. Ni para chistes da esta historia. Y nunca se olvidó de recordarle a sus hermanas que ella había tenido el único varón de la familia.

Bueno, creo que para árbol genealógico alcanza. Si tienen algún interés, seguiré escribiendo historias de familia...

un beso
elisa

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