Monday, December 27, 2010

2010 - piscina en club nuevo

Fri, July 30, 2010 5:51:30 PM
Historias que ni lo son...

No sé por qué, pero siempre pensé que no soy un ser muy sociable. Sí, no me cuesta hablar, pero tampoco soy la reina de la alegría, salvo que esté medicada, faltaba más. Aunque con o sin medicación, muchas veces me dijeron que soy 'the life of the party', cosa que me entristeció al pensar en la poca vida interior de los comentaristas.

Mi amiga Sonia, que vino este año a Chicago para el nacimiento de una nieta, fue la que insistió en describirme como 'qué sociable sos'. La miré con cara rara y dijo algo como 'en Chicago todo el mundo te conoce y te abraza a los gritos'. Bueno, no todo el mundo. Cuando ella vino, fuimos a un museíto en H.Park donde trabaja una gran amiga de nuestro hijo Gastón, que vino muchas veces a casa (la amiga, no Gastón). La hice llamar y cuando me vio, vino corriendo y me abrazó a los gritos. Pero esa es Sarah, y eso es normal para ella.

También hace un tiempito en la farmacia, la farmacéutica de turno me saludó eufóricamente. No es que yo me pase la vida comprando remedios, (o tal vez sí) sino que ella solía trabajar en la farmacia de Hyde Park donde vivimos durante 19 años y a ella justo la cambiaron de local a nuestro nuevo barrio, cuando nos mudamos para el South Loop. Y por supuesto, nos reconocimos, en medio de malones de gente desconocidísima. Manuel sacudía incrédulamente la cabeza, mientras nos saludábamos como si fuéramos íntimas...

Hoy fui al nuevo gimnasio - no sé si saben que mi vecina (Kaganove), que debe ser hiper-activa y anda cerca de los 80 años, decidió que hacer gimnasia con pesas dos veces por semana no es suficiente. Que necesitamos más cardio. Y que cardio en piscina, era lo indicado. Pero la del viejo club al que vamos, es un asco de mugrienta. Y entonces nos fuimos a un gimnasio nuevito, justo a la vuelta de casa. Con una piscina linda, limpia, poco oliente. Y enorme jacuzzi, baños de vapor y sauna. Y un aparatito para escurrir el traje de baño, así no chorrea en el bolso. Varias salas y pisos llenos de máquinas relucientes. Con guardería, restaurante, y 'spa', o sea masajes, cortaduras de pelos, teñidos, etc. Descubrimos que cobran lo mismo que el otro, el viejo y algo sucio que nos queda a unas 6 o 7 cuadras de casa, cosa que en invierno y verano hace falta tener un ataque de heroísmo para caminarlas y por supuesto, se sienten. Este queda al menos a una sola cuadra.

Bua, que hicimos los arreglos administrativos y pagamos con grandes descuentos todo un año por adelantado, que vale por dos (era la promoción de esa semana). Mi vecina, muy contenta, de golpe se dio cuenta que pronto ella iba a tener 80. Y como siempre, dice: 'a mi edad, ya no compro ni bananas verdes' pero decidió que anotarse en un gimnasio por dos años era... ¡por supuesto! perfectamente razonable.

Debido a una brutal tormenta la semana pasada, el edificio donde está el gimnasio antiguo se inundó totalmente. Es River City, del mismo arquitecto que el de las Torres Marinas. El río pasa por el costado y desbordó, inundando todo el sótano donde tienen todo el sistema eléctrico, el de agua y el gimnasio y además el garage de todos los edificios. Evacuaron a los residentes (son más de 200 aptos.) y cerraron todo. Van a demorar en secarlo y repararlo. Pero no importa, porque ahora tenemos también el gimnasio nuevo.

Esta semana ando sin vecinos, ya que vinieron de visita el hijo, mujer y nietos, por lo que ella decidió cocinar todo el tiempo y no ir a gimnasia. O sea que quedé solita y fui a todas las clases que pude de aquaerobics. Me gustan.

Hoy de mañana fui temprano y como no tengo todavía incrustada la cercanía, descubrí que no tengo que salir de casa 15 minutos antes, porque entonces tengo que esperar casi 10 al costado de la piscina. Ahí estaba yo, esperando, cuando entró una robusta mujer negra, con aspecto a haber vivido una vida en base a Kentucky Fried Chicken. Y empezó a preguntarme detalles de la clase, como si durante el ejercicio había que hundir la cabeza y le dije que no, que por ahí mismo teníamos que transpirar, a lo que dijo ‘ah, qué suerte, porque me dijeron que con la clorofila, el pelo estirado se estropea’. Es que en Chicago la clorofila en las piscinas parece ser bien brava. Y me aclaró que era la primera vez en ese gimnasio para ella y que no sabía si aguantaría, pero que tal vez, si lo lograba y además cuidaba su dieta, 'then I could stop my medications. You understand'.

No, yo no tenía por qué entender ni saber de qué la medicaban, pero dado su peso y grupo social, seguro que lo que tiene es diabetes. Asentí y me metí al agua, que al principio está más bien helada, pero con el ejercicio, si fuera más caliente, no aguantaríamos.

La mujer me pregunta mi nombre, yo el de ella (se llama Wanda) y me mira y dice "When I saw you, I knew you was (sic) friendly. Because you smiled. People here don't smile often". Ahí me acordé de lo que me había dicho Sonia. Y me puso contenta.

Y esa fue una historia, que no lo fue.

Lo que me lleva al interesante tema del racismo en los EEUU. Es complicado. Yo soy de las que piensa que en Uruguay hay tanto racismo como en todos lados, pero también sé que los uruguayos insisten en que eso no es cierto. Salvo que cada tanto se mandan sus regias metidas de pata, pero siempre con la misma negativa a aceptar su racismo.

Es cierto que no tenemos 'historia de racismo' por el asunto de haber tenido pocos esclavos y por haberlos liberado bastante temprano, pero de ahí a que podamos llamar a un negro 'negro', y que eso no signifique más que cariño, hay un gran paso. Como receptora de comentarios muy racistas, puedo asegurar que nadie es totalmente inocente.

Como ejemplo, hace poco, una persona vagamente amiga, de Mdeo., se dispuso a comentar los problemas médicos que llevaron a alguien conocido a morirse en la Mutualista Israelita del Uruguay (MIDU). Según ella, el díagnóstico estuvo mal y ... ahí largó sus verdaderos pensamientos: "Mirá, vos sabés que yo ... pero qué querés, en la mutualista esa son todos judas. No quisieron gastar en hacerle los análisis necesarios y por eso XX murió". (El muerto era Alfredo Zitarrosa, y supongo que todos lo conocen al menos de nombre).

No lo dijo una sola vez. Se lo escuché dos veces en dos días seguidos. Y siempre con eso de 'vos sabés que yo...'. Faltaba que dijera 'ah, judíos, sí, mi compañera de banco era judía' (todos alguna vez escuchamos frases así). Milagros de la vida.
No, si alguien dice "en la mutualista son todos judas y no gastan si pueden", eso es racismo, les guste a los uruguayos o no. No es que al pobre finado le haya tocado un médico malo, de cualquier nacionalidad, sino que simplemente decía que el ahorro de los judíos los llevaba a matar gente.

Otra amiga optó por un comentario diferente. Hablando de Condoleezza Rice, la de Bush, de quien ni recordaba el nombre, dijo "Ah, esa negra de mierda...". Cuando vio que algunos la mirábamos con cara dudosa, se defendió diciendo "ah, no, aunque no hubiera sido negra, ¡igual sería de mierda!". No lo dudo. Pero ella nunca hubiera dicho 'esa blanca de mierda'.

Confieso que aprendí en los EEUU lo que es el racismo. Mientras viví en Uruguay, yo también pensaba que 'nosotros no éramos'. Lo somos. Tanto como los peores.
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Ya en el 2012, agrego unos comentarios más, dentro de este mismo tema:

Ampliando el círculo de mis amistades.


Ya en el 2012, y sigo encontrando gente interesante. Los agrego acá porque si no, quedan desperdigados en blogspot.

Recuerdo mi último viaje a Uruguay, donde algunos pasajeros se pusieron recontra densos y la azafata se las aguantó con una sonrisa. Al ratito salté a gritarle a una mujer que estaba rompiendo las bolas y defendí a la azafata, que era fantástica. Para ese trabajo hay que tener una paciencia infinita. No es tema interesante, pero a veces no podemos arreglar el mundo. Y me fascina ver los nudos en los que la gente se mete.

Bua, que el avión no pudo despegar porque fallaba el aire acondicionado. Estar en esa lata, esperando cerca de dos horas en la pista, hasta que lo arreglaron, no fue agradable. Todos sudando y con ganas de ahorcar a quien fuera. Y una buena señora del asiento del medio quiere mover el respaldo hacia atrás para poder estirarse un poco. Nada, el respaldo ése no se movía. Llamó a la azafata a quejarse por tal problema técnico, y la azafata dijo que sí, que veía que ese respaldo realmente no se recostaba. Y ahí empezó a gritar la pasajera, que cómo puede ser! que nada funciona bien! y que cómo era que la hija no podía estar sentada en la fila de ellos! En la fila hay solamente 3 asientos y ellos eran 4. La topología indica que no es culpa de nadie que no se puedan sentar 4 juntos. La señora estaba en el centro flanqueada por marido e hijo. La azafata sugirió dos soluciones: que la señora pasara a la fila de adelante, al asiento vacío al lado de su hija, que además sí podía recostarse y con eso solucionaba totalmente sus problemas, o que su marido o hijo se cambiaran de lugar con la hija. No hubo caso. La mujer empezó a gritar que cómo la iban a separar de su flia. de tal manera, y que su hija no podía cambiarse de lugar con esos familiares, porque estaba enferma y no querían que se moviera de su asiento. La azafata siguió tratando de sonreir, pero las manos le estaban tomando forma de ‘ya te ahorco’. Dado que había otros 300 pasajeros en el avión, todos con dramas, no pude aguantar y le sugerí delicadamente a la señora que se dejara de joder. De ahí, vi que la azafata era una mujer genial, que lograba calmar a todo el mundo. La quiero nominar para el Premio Nobel de la paz.

Al salir, le pedí su nombre, para poder mandar un correo a American Airlines, agradeciendo que tuvieran gente como ella. Me abrazó y me escribió su nombre, y hasta preguntó cuándo volvíamos, para ella poder tomar turno en ese vuelo. No sé por qué me dio tanta alegría. Es una anécdota liviana, pero a veces necesitamos apoyarnos entre nosotros. (La azafata era negra y gorda, por lo que soy incapaz de recordar su nombre, dado que la manera de escribirlo y de pronunciarlo no tienen ninguna relación entre sí).

Una amistad más sincera es la que tengo con la cartera que trae el correo a casa. Sí, ‘cartera’ porque me niego a llamarla ‘la cartero’, como se sugiere decirlo en español. La señora también es vieja, gorda y negra. Eso significa que tiene diabetes. Me gusta charlar con ella. Algún antropólogo iría tomando notas. A veces me encantaría tener un grabador escondido. Un día me pidió si podía entrar a calentarse la comida en el horno de microondas para después comerla en su camión de correos. Por supuesto, le dije que más valía que comiera en casa, donde estaba calentito y cómodo. Aceptó y desde ese día viene y toca timbre. Ya sé qué días viene a comer y le preparo cosas que le gustan. Dice que todos los carteros de Chicago me conocen, porque ella habla de mí y mis comidas judías. Niños envueltos dulces, (holoptzes) digamos. Ningún otro cartero logra comer en casa de algún habitante de por acá. ¿No es interesantísimo saber que los carteros de semejante ciudad me conocen? Chicago tiene una imagen tan fría, pero no lo es. Y hacerse amigo de carteros no es fácil. Debe ser el tal aquelarre. Por alguna razón, los empleados de correos son los que más asesinatos cometen y tienen el índice de suicidios más alto del país. Incomprensible.

Un día ella me preguntó sobre mi vida y me empezó a contar la suya. Su marido tiene 72 años y maneja un camión de reparto de paquetes del mismo correo central donde ella trabaja. Le gusta tanto ese trabajo que no quiere jubilarse, y ni siquiera se tomó vacaciones el año pasado. Eso significa que le queda plata a cobrar, por esas vacaciones no tomadas. $ 600 dólares. Y ella dice que esta vez él no los quiere gastar, sino invertir. – ¿En qué? – En carreras de caballos, que además es su hobby favorito - aclaró.

Me costó no hacer gestos de terror. Le deseé suerte, claro. Dudo que la inversión le haya dado resultados positivos.

Otro día me contó una historia complicadísima de toda su familia, donde una sobrina había quedado embarazada de su novio/primo pero dijo que era de uno de sus tíos, y se casó con él. Ahora se separaron y la chica quiere que su hija sepa quién es realmente su padre biológico, pero el relajo es tal, que no saben por dónde empezar… El problema surgió porque a un familiar se le ocurrió hacer un árbol genealógico, y no hay modo de resolver el asunto en forma gráfica. El tal árbol. Y la historia contada en inglés negro, más fascinante aún. Lamentablemente, no lo pude grabar.

Y sigo coleccionando historias de amigos, vecinos y desconocidos totales. Por más que este país sea famoso por la falta de lealtad, porque los amigos se mudan y no duran, tampoco es difícil encontrar gente interesante y pasar buenos momentos.

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