Monday, December 27, 2010

2009 - idish secular

El domingo pasado tuve uno de mis tantos enredos con la judeidad. Fui a una charla que daba una mujer sobre ‘Pioneros apasionados. La historia del idish secular en la educación en los eeuu desde 1910 a 1960”. La señora era Fradle Pomerantz Freidenreich (ú séase ‘Freidl’, por si quieren verificarlo).
Dado que el tema era ‘idish secular’, el acto fue en una sinagoga (faltaba más) del barrio más judío de Chicago, que es Skokie. La sinagoga central de Skokie fue elegida por ser la del salón de actos más grande. Y además con salón de fiestas adosado para, después de la charla, comer las tortitas kosher y el café en vasos descartables, para estar seguron que ahí nunca se mezcló fleishik con milkhik.

A esas cosas voy desde que me hice amiga de alguien que decidió dedicarse a hacer crítica de cine (la conocí cuando todavía era una enérgica consultora para computación de planes hospitalarios). Logró medio meterse a prepo en cine y publicar comentarios de películas en un diarito judío escrito, naturalmente, en inglés. Y para encontrar su nicho, siendo feminista , se dedica a buscar películas escritas o dirigidas por mujeres. Si son judías, mejor. No es que mi amiga sea muy judía, pero su madre lo fue por un tiempito.

Ahora bien, en los últimos años se puso más judía y entró al directorio del YIVO (donde hace tiempo me hinchan conque tengo que entrar, cosa a la que me niego por razones de exceso de bolas pesadas).
Y ahí fuimos, a la sinagoga a más de una hora de viaje, apenas después del mediodía, a escuchar la charla de Freidl. El tema era interesante y la mujer, buena gente. Y como escribió un libro sobre ese tema, lo tratarían de vender a la salida, con el agregado de un CD con música de canciones de campamento en idish que acá son imposibles de conseguir.

Me ahorro la explicación de la larga cola de judíos que iban entrando por orden de enfermedades. Primero los del tanque de oxígeno, después los de los andadores, los bastones, los normales, y al final los de silla de ruedas, que no necesitan asiento. Todo como siempre.

Cuando el salón estaba ya a medio llenar, decidieron poner en un tocadiscos el CD con las canciones. La primera era ‘Arum dem faier’, que no escucho desde hace 32 años. Por más que tratamos (una mujer de Argentina y yo) de tratar de cantarla con la gente de mi grupo de literatura idish, no hay caso, no la conocen y dicen que nunca la escucharon. Claramente, es canción de campamento y los que nunca fueron, la desconocen.

Fue realmente un golpe emotivo escuchar esa canción. Y dos mujeres en la misma fila que yo (la segunda fila, cosa que es importante para lo que sigue), se largaron a cantarla. Yo también. Y casi la mitad del auditorio también la cantó. Me di vuelta, sin creerlo. Nunca me había pasado tener algo, aunque sea ‘algo’ en común con toda esa gente. Grandes aplausos, y empieza la segunda canción, que resultó ser La Internacional, en idish. Las mujeres de al lado mío prorrumpieron en canto y yo también.

Se me ocurrió darme vuelta a ver otra vez cuánta gente la estaba cantando, pero me encontré con el panorama de unas 300 personas mirándonos con cierta cara de furia contenida. Apenas terminó, se me acerca una mujer que andaba por el medio, que con el dedo en alto me increpa “- ¿Cómo puede ser que sepas la Internacional en Yiddish’? (en realidad, lo dijo en inglés, donde no hay diferencia entre tú/vos/Ud, por lo que no sé cómo traducirlo correctamente al castellano. Decidí que el ‘vos’ es posible).

A esa altura, pongo una sonrisa bobalicona que no me da ningún trabajo y permanezco con la boca bien cerrada, como a la espera de alguna explicación (hay toda una teoría en lingüística de cómo se da el ‘tomar la palabra’ y cómo dejar que el otro se entere si estás dispuesto a contestar o no). Mi disposición aclaraba que yo todavía no pensaba hablar. Y ahí viene la segunda frase de mi interlocutora: “Yo la sé cantar, ¡pero en hebreo!”.

Claro, quedaba mal reírse, pero Uds (los que leen esto, que creo que se conocen casi todos entre sí y que saben bien la discusión idish/hebreo y todo el batifondo político que trae consigo) ¿se dan cuenta de la cantidad de niveles que tenía esa pregunta? ¿Qué quiso decir la mujer? ¿Que ella era de izquierda pero sionista? ¿Religiosa o secular? ¿Que los padres la habían mandado a campamentos donde se cantaba, o no, la Internacional? (¿qué leen Uds. en estas preguntas?)

Cuando me escuchó el digno acento inglés que me sale de la boca, me preguntó de dónde mierda soy.
- Ah, de Uruguay.
- ¿Ese en medio de América del Sur?
- No, el otro, el de la costa.
- Ah.
Y siguió en un extraño tono:
-¿Y por qué vos (o sea yo) no ves películas israelíes?
Buena pregunta, pero le aclaré que en realidad veo demasiadas películas israelíes, ya que mi amiga (que estaba en ese momento revoloteando por el escenario, preparando la organización de la charla) recibe un exceso de las tales que tratamos de revisar a ver si alguna vale la pena como para algunos de los festivales de cine de Chicago. Y le comuniqué que la mayoría de esas películas me pudrían, porque siempre los religiosos salían ganando. Pasara lo que pasara, los ortodoxos terminaban teniendo la razón.

Eso la enojó y me aclaró que en Israel no hay religiosos (lo dijo, juro que lo dijo), salvo los ortodoxos que dejan mal a todo el mundo (esto se lo creo), y que el problema es en que Israel “todas las películas son pornográficas” (??), por lo que los ortodoxos, que manejan todo el asunto del cine, no dejan que se vean en otros países. (Esta afirmación debiera ser confirmada por Sonia, ‘di farbrente sionitske’, que está leyendo esto ahora. En principio, esto no se lo creí).

A esa altura yo ya estaba realmente muerta de risa y por suerte empezó la charla y pude deshacerme de mi interlocutora, que antes de despedirse agregó “y yo sé de lo que hablo, porque soy profesora”. Le dije que yo también, pero ella agregó “¡de hebreo”! O sea que con eso ya sabemos que tiene que tener la razón en todo. Es la 3ª profesora de hebreo que conozco y todas tienen esa opinión de sí mismas. No hay manera de empardarles.

Cuando me da el tiempo y tengo ganas de pelear, aviso que hice mi tesis de maestría en fonología del maya yucateca, y eso hace que me miren como con asco. Precisamente para eso es que lo digo. Descoloca a todo el mundo (tanto como cuando digo que nos quedamos a vivir en los EEUU por los choclos).Y si acaso, agrego que después de eso trabajé solamente sobre castellano y sobre idish, para que no me sigan inflando.

En la charla de Freidl (que realmente resultó muy corta), entre otros detalles, me enteré que hubo 160 (sí, ciento sesenta) grupos distintos de judíos en los EEUU, todos con su propias siglas, sus escuelas, sus campamentos, sus canciones. Las siglas contenían palabras como ‘trabajadores’, ‘libertad’, ‘sindicatos’, etc, y solamente cambiaban el orden de las letras iniciales para aclarar que eran grupos diferentes.

No sé por qué me sorprendí, ya que en Uruguay había más de 12 (me acuerdo de las famosas guardias en los campamentos para cuidar que nadie nos robara la bandera verde del Zhitlovsky, cosa que de todos modos, a nadie se le ocurriría hacer) y también sabemos que por acá había más judíos, por lo tanto más opiniones distintas.

La bronca es que ahora, llenar un auditorio con unas 300 personas (incluso 4 o 5 relativamente jóvenes y sin obvio despliegue de enfermedades), es todo un triunfo. Mi amiga estaba furiosa diciendo que si en lugar de pertenecer cada uno a un templo distinto, se juntaran, se podría armar algún fandango cultural bastante interesante. Pero no, c/u va a su lugarcito.

Cuando se lo comenté a mi vecina (Kaganove), me preguntó si sabía el cuento del judío que se salvó de un naufragio. (Si Uds. lo saben, saltéenselo). Bueno, un judío se salvó y fue a parar a una isla desierta. Diez años más tarde lo encuentran, y él empieza a mostrar todo lo que hizo en esos años. Con piedras armó cuchillos, forjó metal, y logró hacer hasta cubiertos. Hermosa casa con piscina y todo. Parques. Caminos. Y al final dice que quiere mostrarles la sinagoga. Gran edificio, imponente, con todo lo necesario. Cuando ya se están yendo, ven que hay otro edificio al costado. ¿Y esto que és? – Ah-, dice el judío, - esa es la otra sinagoga, pero ahí no voy jamás.

No sé por qué esto me recuerda cierto comentario de Máximo, como que el Zhitlovsky no nos dio respuesta como judíos. ¿Qué respuesta quieren? ¿Qué quiere decir? ¿Que también tendríamos que saber la Internacional en hebreo?
Saludos a todos
elisa

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