Friday, June 2, 2017

Una extraña historia de mi papá.

Los que lo conocieron, saben qué clase de personaje fue. Historias a granel. Entre ellas, alguien a quien quiero mucho (vieron esos amigos/as electrónicos con quienes hay ‘filin’ y aunque nuevos son amigos de siempre?). Bua, que me recordaron que una vez les conté algo bastante complicado, por no decir dudoso.

Mi papá, como buen relojero, tenía la mesita frente a la ventana en la calle Río Branco y estaba rodeado de relojes. De pulsera en armaritos, carrillones apoyados en las paredes y relojes cucú donde pudiera tenerlos (esto es una historia aparte).

Un día se abre la puerta del negocio y entra un hombre, hablando con mal acento en español, y dice que le dijeron que mi papá era el único que podría arreglarle el reloj (necesitaba piezas ya inexistentes que había que hacerlas a mano). Saca del bolsillo un enorme reloj, totalmente de oro macizo sostenido por una cadena gruesa, también de oro.

Mi papá mira al hombre y siente que le viene un chucho por la espalda y un temblor en todo el cuerpo. Reconoció a Mengele por las fotos. Parecía imposible, pero allí estaba. (Hay que imaginarse la alegría de Mengele - si realmente era él - cuando le dijeron que el único que podría arreglarle ese reloj era un tal Steinberg).

Casi sin poder respirar, empezó a pensar cómo hacer para que todo eso desapareciera y cómo negarse a un requerimiento de ese naturaleza. Empezó a sudar y todo lo que se le ocurrió fue decir: “Mire, no puedo tomar un reloj tan valioso sin saber si realmente es suyo o si es robado. Por favor, muéstreme su cédula de identidad”.  Mientras lo iba diciendo, se dio cuenta que eso era ridículo porque en la cédula no podría decir: Cabello: rubio. Ojos: azules. Reloj: oro. Pero fue todo lo que se le ocurrió.

Dice que el hombre lo miró con mala cara, agarró su reloj y se fue dando un portazo. Mi papá se sentó y ya no pudo seguir trabajando esa tarde. No sabía si creerse a sí mismo o no. Dudó ligeramente de su salud mental.


Al día siguiente el canillita trajo a casa “El Plata” que llegaba todas las mañanas casi junto con el “Unzer Fraint”. El titular de “El Plata” rezaba: MENGELE EN MONTEVIDEO.

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